Fue, en sus últimos años, profundamente desgraciado. Casi un paradigma de la desgracia. Eso me acercó a él, porque habíamos tenido serias diferencias por esos motivos profesionales de la vida, en los que, obviamente, ahora no he de entrar. Le ví hace un par de meses en Puertos de Estado, donde últimamente se desempeñaba, me regaló una corbata de olas y hablamos bastante del pasado, sin rencor y con algunos olvidos mutuamente aceptados.
Me enseñó muchas cosas en televisión: una de ellas, la principal, a decir lo-que-me-daba-la-gana. Nunca he cambiado en eso, creo. Supongo que, a mi modo, le admiré y, desde luego, le respeté profesionalmente. Tenía, claro, como usted y como yo, sus puntos flacos, pero el destino le castigó como no lo merecía, y le vimos consumirse –el desamor, que dijo anoche Onega, su paisano– y, casi, consumarse. La salud ya no le acompaó en los últimos tiempos; quizá tampoco el humor, que no estaba la cosa como para bromas.
[tele=http://www.diariocritico.com/tv/video/10166/muere-fallece-luis-marinas.html]
Lo importante fue lo que hizo, lo que enriqueció el concepto de información en las teles. Era polémico, como todos los que arrasan.He sentido mucho su muerte, casi anunciada pese a lo abrupto. Supongo que le falló, claro, el corazón, cualquier clase de corazón de los muchos que tenemos rigiendo los mecanismos de nuestro existir. En fin, podría decir más cosas, acusar con el dedo a quien sabemos, pero no somos juzgadores, quién es capaz de hacer sentencias en cuestiones tales.
Adios, Luis, que fuiste uno de nosotros y te nos fuiste primero, antes, ay, de tiempo.
Deja una respuesta