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Para no poner rostros bien conocidos, coloco aquí sendas imágenes de Sanxenxo y Doñana, en plan turístico. Aquí meditan los dos hombres más poderosos de España. Espero que mediten para bien…
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Los dos hombres teóricamente más poderosos de España –uno porque, con todas sus limitaciones, lo es; el otro, porque presumiblemente lo será, votos mediante– consumen la semana vacacional por definición, o sea, esta que iniciamos, con meditaciones sobre el futuro inmediato. Esta debería ser, en principio y si las cosas no se tuercen, la semana más pacífica en cuanto a declaraciones y guerra partidaria. Un espejismo, vamos, que puede romperse ante una sucesión de malas noticias procedentes de las bolsas y de eso que personalmente odio llamar ‘mercados’, por su ambigüedad y falta de precisión. La verdad es que el verano está siendo malo para Zapatero, que tiene un ojo más puesto en las cifras del Ibex que en los inencontrables linces del coto. Y no está siendo demasiado bueno para Rajoy, porque ni las encuestas acaban de consolidarle como figura política ni algunos comentaristas dejan de criticar su atonia agosteña, vamos a llamarlo así. Les queda a ambos una semana para pensar en un magnífico –bueno, al menos un sonado– regreso a la lid política, porque ya la semana que viene empieza a ponerse en marcha la implacable maquinaria hacia el 20-n.
No crea usted que tengo yo mucha confianza en las meditaciones de los dos planificadores, mientras el candidato Rubalcaba prepara nuevos ‘road shows’ por eso que él llama plazas pequeñas y huída de los grandes mítines y mientras los voceros de Rajoy se dejan oir en los medios mostrando una estrategia no demasiado bien unificada ni diseñada. Me parece que van a volver con más de lo mismo, con recetas que, se está diciendo hasta la saciedad, ya no nos sirven. NI les sirven a los indignados,que se están haciendo, entre unas cosas y otras, con los titulares del verano, ni les sirven a esos posibles representantes de la otra España que se van a congregar dentro de pocos días multitudinariaente en torno al Papa en Madrid (quiera Dios evitar elencontronazo entre esas dos españas decididas, por lo que se ve, a no tolerarse). Ni sirven para aguijonear a esa Europa que está demostrando su incapacidad intrínseca para resolver problemas.
¡Qué oportunidad tienen los dos meditabundos para liderar un espectáculo de unidad frente a la crisis global y salir en los periódicos del mundo entero prometiendo un relevo sin interinidades a la hora de poner en marcha esas reformas económicas, sociales y políticas que todos piden, aunque duelan! ¿No piensa usted, como yo, que The Economist, la señora Merkel, Trichet, Lagarde, el Wall Street Journal y demás pesadillas de nuestros gobernantes actuales y futuros se rendirían ante ese espectáculo unitario, valiente, con iniciativas? ¿No desarmaría eso a los indignados de la Puerta del Sol y aledaños, que precisamente lo que piden –al menos los de buena voluntad– son soluciones de alcance, ideas nuevas, algo de algo?
Yo sé, porque lo sugieren desde ambas partes, que estos días de mar y playa los dos líderes están utilizando con frecuencia el teléfono rojo, e intercambiándose buenas palabras y promesas de futura colaboración. El propio líder ‘popular’ andaluz, Javier Arenas, decía este domingo que Rajoy propondrá pactos de importancia al PSOE, es decir a Rubalcaba, cuando gane (el PP, se entiende). Estoy seguro de que lo hará, porque no le queda más remedio. Lo que puede ocurrir es que sea, como siempre nos viene ocurriendo últimamente a la hora de aplicar remedios de botica, demasiado tarde y entonces haya que ir al quirófano.
Déjenme soñar y pensar en que el próximo lunes, cuando empiecen ya a desperezarse para el regreso, nuestros líderes políticos harán alguna declaración que, por fin, nos esperance. Dirá usted: «ya está este con sus utopías; no habrá nada de eso con lo que sueña». Y ¿sabe usted una cosa? Pues que lo peor es que con casi toda probabilidad tendrá usted razón. ¿Qué les importa a los meditabundos lo que les digamos usted, o yo, o el Rey mismo, o una abrumadora mayoría de los españoles? Prefiero, la verdad, no responderme a esa pregunta.
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