Existe un lenguaje político de cuya utilidad me permito dudar, aunque no dude de sus perniciosos efectos entre el electorado. En esta ocasión, lo digo bajo la preocupación que me ha causado el rifirrafe entre algunos dirigentes del PSOE y del PP a cuenta del grave conflicto de los controladores, que tantas pérdidas y disgustos ha costado a la población. Que, por ejemplo, alguien por otro lado tan válido como Esteban González Pons acuse a los jueces de haber hecho estallar oportunamente el ‘caso Galgo’, sobre presunto dopaje de atletas, para tapar el ruido del ‘affaire controladores’, me resulta inaudito: naturalmente, jueces, guardia civil y policía se han sentido profundamente heridos. Y yo también, como mero ciudadano: simplemente, pienso que me toman el pelo tratando de hacerme creer que esa coincidencia en el estallido del ‘Galgo’ haya sido coordinada en el tiempo por el Ejecutivo. ¿Es que no cree González Pons que en España hay al menos una mínima separación de poderes?
Claro que sería injusto detener el dedo acusatorio en el vicesecretario del PP. Ahí está, sin ir más lejos, el secretario de Estado socialista Gaspar Zarrías, sugiriendo que la rebelión de los controladores fue orquestada por el Partido Popular, basando todas sus pruebas en que un senador de este partido fue visto con uno de los dirigentes del levantisco colectivo…cuando, en realidad, los controladores se entrevistaron con todos los grupos parlamentarios, excepto con el socialista. Aún esperan en el PP, y espera la opinión pública, una disculpa del señor Zarrías.
Dicen que en una guerra la principal víctima es la verdad. Puede que estemos ante una guerra política, pero me niego a calificar como tal la confrontación entre los partidos. Y tengo para mí que la mayor parte de las cosas que han aventado estos días unos y otros, desde que Zapatero dejó de ir a la ‘cumbre’ iberoamericana porque conocía con antelación lo que iba a ocurrir con los controladores, hasta que el famoso decreto regulador de la actividad de estos se aprobó para echar gasolina al fuego, son mentira. Pura y simplemente, inventos para mantener una tensión política que ya resulta insufrible.
Hay, en la vida política, algo de teatro. Y es que el ‘pan y circo’ se extiende a la política, que impregna excesivamente nuestras vidas. Supongo que es inevitable, pero no lo es el tratar de moderar los mensajes, y procurar que se ajusten a la realidad. Porque lo que en ningún caso puede ser el ejercicio de la política es el ejercicio de la mentira. Y aquí y ahora me temo que eso ha dejado de importar.
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