Las encuestas proliferan, y este mismo lunes tendremos, creo, nuevas muestras. Más o menos lo que decía el CIS de Tezanos: que el PSOE gana con cierta holgura, pero no con la suficiente mayoría; que gobernaría fácilmente con Ciudadanos y algún apoyo colateral, como el PV; que Podemos está tocada del ala, aunque aún puede albergar aspiraciones, si bien modestas; que Ciudadanos está generando incertidumbre en los votantes ‘de centro’; que el Partido Popular no podrá formar equipo ni con Ciudadanos y Vox, que está ahí, generando toda la polémica y beneficiándose de ella. Así que la pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué los electores otorgan sus favores a ‘este’ Pedro Sánchez?
Fácil: porque los demás parecen estarlo haciendo peor. Lo de la campaña de Casado y, sobre todo, Rivera, es de aurora boreal: ocurrencias mil, ataques entre ellos tras haberse ofrecido una coalición, misiles que los electores perciben como equivocados contra Sánchez, intentos de despegarse del incómodo abrazo del oso de Vox, sabiendo que es un abrazo que, en su caso, les resultaría imprescindible…
Con este panorama, ¿qué hace que el líder de Ciudadanos repita, una vez tras otra, su repudio a pactar con el actual presidente del Gobierno, al que considera, dice, un mal que hay que erradicar de la política española? ¿Es que no se da cuenta el joven dirigente centrista, que es sin duda un político de raza, que diciendo estas cosas se granjea el definitivo distanciamiento de quienes se lo están pensando en lo que podríamos llamar una sensibilidad de centro-izquierda, en todos aquellos que piensan que una coalición de centro-izquierda sería lo más conveniente para este país? Pienso, la verdad, que ha cometido un serio error eligiendo su actual estrategia.
Porque el caso es que, guste o no guste, Pedro Sánchez consolida un liderazgo en la totalidad de las encuestas, y tanta insistencia demoscópica no puede equivocarse, por mucho que digan que el CIS trampea los datos –que no digo yo que Tezanos no fuese capaz, pero hay que ser realistas: no es el caso–. Puede formar gobierno con Ciudadanos, si Rivera, o los suyos, que andan un poco mosqueados, dan su brazo a torcer, que lo darán, creo; puede hacerlo también con la suma de Podemos –y no, no les dará ministerio alguno, creo—y PNV; podría, incluso, echar mano de los independentistas, tanto los de ERC como los de JxCat, que se le han ofrecido a cambio de un referéndum secesionista que no se va a organizar, pero que luego rebajarán sus pretensiones. De momento, incluso el montaraz Rufián ha dicho que, ahora que va a liderar un grupo parlamentario importante, el de ERC (18 escaños les dan las encuestas, nada menos), se va a acabar eso de ‘hacer el friki’. Textual.
De todos ellos, creo que en Moncloa preferirían a Ciudadanos, teniendo, eso sí, a Arrimadas como vicepresidenta del Ejecutivo, y no a Rivera, que siente mutua antipatía invencible por Sánchez. Pero me parece que algunos ‘cabeza de huevo’ monclovitas sueñan incluso con poder gobernar en solitario, con apoyos puntuales por parte de todos los descritos, aislando a PP (y a Vox, claro) en una esquina del ring, quiero decir del hemiciclo. ¿Son apenas sueños?
Comprendo que hay motivos para que Sánchez disguste a mucho personal, también de la izquierda templada: es vindicativo contra quien se haya atrevido a criticar en algún momento sus cualidades, que las tiene, y a denunciar sus defectos, que vaya si abundan; sé de alguno que ha tenido motivos para comprobarlo. Pero creo que su perfidia se percibe más entre la clase política y periodística que en la distante ciudadanía. Y no me parece acertado, porque no es verdad, acusarle de ser un peligro para la unidad de España: puede que sea lo contrario, puede que signifique el camino de una difícil conllevanza –no de la solución definitiva– con sectores que sienten la tentación de romper con el Estado. En todo caso, desde luego no será con la aplicación ‘a mansalva’ del artículo 155 como se resuelvan los graves problemas territoriales que, entre todos (más ‘ellos’, de acuerdo), hemos generado.
A Tezanos se le reprochan muchas cosas, algunas acertadamente. Pero es injusto que digan de él que trata de devaluar sus propias encuestas; me parece que sería más certero señalar que está, honradamente, reconociendo que los indecisos pueden modificar algo el panorama, pero no en lo sustancial. Y, a la vista de los trompicones que dan otros, lo que nos queda de campaña puede acabar beneficiando, aún más, a ‘industrias Sánchez&Redondo’. Y, ay, a Vox, claro.
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