Se me ocurrió decir en una televisión y en una radio que, con la que está cayendo en el mundo, en España y en la Cataluña en la que Puigdemont hace algo –o demasiado– el paleto en los Estados Unidos de Trump, van las fuerzas políticas nacionales y deciden instalar su campo de batalla…¡en Murcia!. Frase, sin duda desafortunada en su expresión, pero realista en su contenido, que fue interpretada por algunos tuiteros murcianos como despectiva hacia aquella región, que ellos consideran, por lo visto, merecedora de guerras de primera categoría. Y no, no había nada de despectivo en mi ánimo, pues respeto a Murcia y sus habitantes tanto como a los cántabros patrios, a los vascos, a los andaluces o a los catalanes.
Simplemente, me parece que esos marcianos que son nuestros políticos, llámense del PP, del PSOE y, en este caso, también de Ciudadanos, han aprovechado un conflicto (inventado, además) local para sacudirse allí donde sus menguadas fuerzas alcanzan, ya que en otros terrenos más amplios o no se atreven, o disimulan. Y, así, los marcianos se lanzan en paracaídas sobre los murcianos, generando una controversia que los demás habitantes de este secarral político llamado España no acaban de entender.
Y decía, y digo, que dos figuras de la talla de Pedro Sánchez (el de Murcia) y Pedro Sánchez (el de Pozuelo, o Majadahonda) no pueden estar polarizando los titulares de la vida nacional, tan acongojada, ya digo, por esas dispendiosas grandiosidades que se inventan los separatistas catalanes viajeros a ultramar, por ejemplo. En España, en la España de los subterráneos, se negocian estos días muchas cosas de cara al futuro, se conspira bastante y se construye –véanse los Presupuestos, que acabarán aprobándose, al menos los de 2017; o el déficit, que cuadra; o ese pacto por la Función Pública—afortunadamente algo más. ¿Por qué distraerse provocando en Murcia un altercado a base de amenazar con una repetición de elecciones que ni siquiera desean los que la propugnan con la boca pequeña, entre otras cosas porque las perderían?
Pero, claro, la simplificación tuitera, que todo lo reduce a ciento cuarenta letras y a veces a ninguna idea, lapida sin piedad a los ingenuos, a quienes se distancian de las ideas básicas y también a los que –como, sin duda, fue el caso de quien suscribe—en ocasiones no saben expresar con la suficiente nitidez y parsimonia sus ideas: tampoco la velocidad de las tertulias radiofónicas y televisivas permite muchas florituras ni demasiadas precisiones. Así que perdón, en lo que me quepa, a los murcianos. Y hasta a los marcianos, que no merecen, me temo, tantas disculpas en su pelea estratosférica contra los selenitas.
Deja una respuesta