Pasaron, creo, aquellos tiempos triunfalistas en los que la que entonces (2009) era secretaria de Organización del PSOE, o sea lo que hoy es el ministro Abalos, decía en comparecencia pública que la conjunción de Obama en la presidencia de Estados Unidos y de Zapatero ‘en la de España y Europa’ era “un acontecimiento histórico planetario” que iba a redundar en una “esperanza para muchos seres humanos”. Hubo muchas risas, naturalmente, que no impidieron a la señora Leire Pajín ascender, al año siguiente, al Ministerio de Sanidad, que ya se sabe que es ese puesto que socialistas y ‘populares’ reservaban para premiar a quienes no tenían otra poltrona en la que colocarles. Los tiempos, en estos doce años, han cambiado mucho. Ni Biden, a punto de tomar posesión como el hombre más poderoso del mundo, es Obama, ni Zapatero es Pedro Sánchez, aunque a veces, qué quiere usted que le diga, en fin. Pero sí hay, creo, conjunción planetaria. Lo que ocurre es que no pasa precisamente por La Moncloa.
La pérdida de peso exterior de nuestro país es una evidencia indisimulable, como me recordaban hace algunos días en un ‘chat’ varios importantes corresponsales extranjeros acreditados en España. No, España no es el centro de Europa ni es siquiera el principal aliado de los Estados Unidos en el Mediterráneo, contra lo que se sugería en los sueños de grandeza de José María Aznar, que ponía los pies sobre la mesa en la que Bush tomaba café. De hecho, Joe Biden, 78 años, la persona que afortunadamente nos librará de la odiosa presencia de Trump, creo, y me gustaría saber que me equivoco, que ni siquiera por cortesía se ha dirigido aún a la presidencia del Gobierno español para enviar un protocolario saludo antes de ocupar la Casa Blanca: lo hará, sin duda, pero eso será después. Y cuando ya hasta alguna insidiosa prensa marroquí sugiere que la base de Rota será trasladada a Marruecos, cosa que no me creo ni por asomo, la verdad.
En todo caso, la llegada del tándem Biden-Kamala Harris es una buena noticia para España (el Gobierno Sánchez aborrecía, y es lógico, a Trump, como le aborrecía toda Europa) y para el mundo. Como lo es que, en unas elecciones primarias telemáticas y ejemplares, el moderado Armin Laschet, a punto de cumplir 60 años, se haya erigido como sucesor de Angela Merkel al frente de la CDU, aunque aún no sea seguro cabeza de cartel en la candidatura a las elecciones a la Cancillería alemana dentro de unos meses. Y ahí, en el buen entendimiento de Biden con una Alemania que no quiere perder el liderazgo europeo, sí que radica, tras el fraccionamiento impuesto por Trump y la incompetencia del británico Boris Johnson, una oportunidad histórica planetaria. Es fundamental que los Estados Unidos e Iberoamérica se relacionen mejor, como lo es que Washington y la UE, ,magníficamente dirigida por Ursula von der Layen, 62 años, se aproximen.
Incluyo las edades de las personas que van a liderar el mundo en los próximos años para resaltar que la cosa va más bien de veteranía que de relevo generacional brusco, contra lo que quieren algunos populismos. Pero una dosis de veteranía quizá es lo que ahora se necesita: siempre pensé que perder como ministro de Exteriores a Josep Borrell (73), un peso pesado europeísta, fue una desgracia para el Gobierno español. Temor que ahora se confirma.
En cualquier caso, es obvio que una nueva era se abre para las relaciones internacionales y para detener la marcha del mundo hacia un abismo de hondura difícil de predecir. Biden tendrá que cooperar más con el resto del planeta en la lucha contra una pandemia quizá en recesión, pero con rebrotes muy peligrosos en parte por culpa de la estupidez y la incapacidad de no pocos líderes políticos. Pero, además, es de esperar que el nuevo presidente norteamericano, que ha tenido el primer acierto de elegir a alguien como Kamala Harris como vicepresidenta, anule la política proteccionista y arancelaria de su antecesor, lo que ya sería otra buena noticia para España. Después, lo de sentar a Pedro Sánchez frente a la chimenea del despacho oval sospecho que tendrá que esperar algo más y de nuevo digo que ojalá me equivoque y la diplomacia española sea capaz de obrar unos milagros que últimamente no le hemos conocido. Y es que Biden sabe, como me dijo el corresponsal del New York Times, que España “no es siquiera un país en el centro de Europa”, así que del mundo mundial ya ni hablamos.
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