Nada tienen que ver, obviamente, el revolucionario italiano y el ex etarra –vanos a llamarlo así– Arnaldo Otegi. Este último quiere fraccionar el Estado, y Garibaldi, por el contrario, luchó toda su vida por unificar la desmembrada Italia. Pero sucede que ambos estaban en las últimas horas en los titulares de los periódicos, y eso es lo que me preocupa: dos símbolos, y nos quedamos con el peor. Viendo cómo, a bordo del portaviones ‘Garibaldi’, los tres líderes europeos post Brexit, Merkel, Hollande y Renzi, discutían el futuro de la Unión Europea, uno se quedaba con la sensación de que faltaba un cuarto pasajero en el buque: el representante de la que es la cuarta economía de la Europa sin el Reino Unido. Es decir, España. Pero Mariano Rajoy, a quien le hubiese correspondido el cuarto atril en la conferencia de prensa en la cubierta de la nave, está, claro, en funciones. Y muy distraído, dicen, preparando su discurso en una investidura que perderá ante el ‘no’ tenaz de los que deciden ahora en el PSOE.
Y a nadie parece preocuparle mucho que el destino de esa Europa en la que a los españoles nos es imprescindible estar se debata, y se decida, sin nosotros a bordo. Ni estamos ni se nos espera. Porque el país está muy preocupado, al margen de esa no-investidura y de las cosas incomprensibles que hacen algunos de nuestros políticos, sobre si Arnaldo Otegi, el contrapunto de Garibaldi, podría o no presentarse a las elecciones como cabeza de lista de Bildu. Muchas veces he dicho que mal asunto cuando juristas, constitucionalistas y leguleyos de todas clases entran en el debate sobre el ser o no ser de la nación, que eso viene a ser, en el fondo, la legalidad o no de que la inhabilitación de Otegui le permita o no aspirar a ser lehendakari vasco, Dios nos asista. Y peor asunto aún cuando la desobediencia a las decisiones de las instituciones judiciales se instaura en determinados territorios de eso que catalanes, vascos y algunos gallegos llaman ‘el Estado español’ y no simplemente España: en Italia, que es la dueña del ‘Garibaldi’, héroe nacional, nadie habla del Estado italiano, no al menos con el sentido de evitar pronunciar la palabra ‘ Italia’, y eso que se trata de un país con mucha menor solera histórica que el nuestro. O quizá por eso. Y Francia y Alemania, lo mismo: piensan en Europa, no en Córcega, la Padania o en la marcha del Estado de los länder, que esos son temas ha tiempo resueltos, menuda suerte que tienen.
Pero así están las cosas. Como si, pasase lo que pasase, Otegi no fuese a convertirse en el símbolo electoral para que Bildu mejore esos resultados catastróficos que le auguran los sondeos, a manos, por cierto, de Podemos: menuda publicidad estamos haciendo, entre todos, con el pseudo debate jurídico, a quien tan falsamente se quiere el ‘Mandela vasco’. Bueno, y luego está lo de Cataluña y el Tribunal Constitucional, otro debate togado de cortos vuelos y larga trascendencia. Pues eso: aquí andamos entre galgos y podencos, debatiéndonos entre las ‘derechas’ y las ‘izquierdas’ –o, al menos, sobre eso se debate el secretario general socialista– y polemizando sobre si Ada Colau debe o no estar presente en la Diada. Las dos, tres o cuatro Españas. ¿Cómo vamos a pensar en una Europa unida si no somos capaces de consolidar una España unida?
Pocos países, como el nuestro, más ansiosos por tirar por la borda, ahora que hablamos de barcos, todo lo conseguido. Y estamos a punto de ello: una nación boquiabierta aguarda a que ‘ellos’ vuelvan definitivamente de sus vacaciones para ver si recuperan, sin el pantalón corto vacacional, las ideas largas, de altura.
Pero ya, de momento, no estamos en el Garibaldi, que andamos pendientes de Otegi y del discurso que, mientras trotaba por Ribadumia, preparaba Rajoy para solarlo en el Congreso el día 30. O del que, saliendo del baño en Ibiza, pergeñaba Pedro Sánchez. Total, ambos para lo mismo: para culpar al otro de ser el máximo responsable de que acaso tengamos que ir a unas hipotéticas elecciones ¡el 25 de diciembre! Eso, que, claro, no ocurrirá, se lo cuentas a los del Garibaldi y se parten de risa, vamos: ellos, ya se ve, en lugar de preocuparse de Arnaldo, Ada o el toro de la Vega, quieren arreglar Europa, los ilusos. Menos mal que nosotros no estábamos en tales fruslerías, sino en lo que importa: lo de Arnaldo o Ada, o preguntándonos qué tal ha pasado el veraneo Pablo Iglesias, ya te digo. Y Donald Trump, aún en libertad, maaaadre mía…
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