No, no habrá, me temo, más Oramas

Recorro, este domingo, los pasillos del Congreso, en plena ebullición de actividad parlamentaria. Es la primera vez en cuarenta años que esto ocurre, y más en vísperas de la Pascua Militar, donde el Rey, algo protagonista (pasivo, claro) a su pesar en la sesión dominical de investidura, tendrá que pronunciar un discurso contenido en la forma, preocupado, mucho, en el fondo. Los diputados contrarios al Gobierno de coalición de izquierda que seguramente quedará refrendado, por la mínima, este martes, aún confían en un milagro: alguien que siga el ejemplo de Ana Oramas y, contrariando el mandato de su partido, diga ‘no’ a los planes de Pedro Sánchez trastocando su investidura.
Me parece que no habrá tal. No habrá ‘tamayazo’, ni salidas, como la de la hasta ahora portavoz de Coalición Canaria, o como la del diputado Mazón, del PRC, impulsadas por la dignidad. Si todo se cumple como está previsto, Pedro Sánchez dejará de ser presidente del Gobierno en funciones y pasará a serlo efectivo. Con Pablo Iglesias de vicepresidente y todo lo demás que ya se sabe.
Eso empezará a ocurrir el martes, jornada posterior a la también importante de este lunes. Cuando se celebra una nueva edición de la Pascua Militar, que significa que el jefe del Estado, este domingo objeto de agrias trifulcas verbales en la Cámara Baja, se dirigirá a la oficialidad y jefes de los ejércitos en su salutación anual, este año más inquieta que jamás. Claro que a los reunidos este lunes en el Palacio de Oriente no les gusta nada lo que saldrá el martes de la segunda votación de investidura. Y claro que, por disciplina democrática, no harán un solo gesto público que lo demuestre. Y me alegro, por supuesto.
Pero allí estarán los ecos de los insultos al Rey por parte de la diputada de Bildu y ex directora del diario Egin, Mertxe Aizpurua, y el recordatorio de la presidenta de la Cámara, la socialista Batet, ante las protestas de Pablo Casado y del parlamentario de Ciudadanos Edmundo Bal por los ataques al jefe del Estado, en el sentido de que la institución que ella preside garantizará siempre la libertad de expresión, ‘no como en otras épocas’. Eso, y la sensación generalizada de que algo, una era, ha muerto en este debate de investidura y algo va a nacer el martes, sobrevolará, sin duda, el salón del Trono del Palacio de Oriente en esta jornada de los Reyes Magos.
Y sí, claro, hay que dejar paso al futuro. Lo que ocurre es que probablemente nunca el futuro se asomó a nuestros balcones con un horizonte tan nublado por la incertidumbre, que temo que los discursos de este fin de semana en el Congreso no han contribuido mucho a disipar.
Dicen que la clase política es ahora peor que antes. Puede que solo en parte. Lo que ha empeorado, sin duda, es la situación moral de un país que no ha visto propiciadas las reformas legales necesarias para hacer frente a su muy difícil coyuntura. Y que no ha permitido, por unas u otras razones, que surgieran más Oramas en el secarral político en el que andamos metidos.

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