El dislate de haber convocado dos elecciones con apenas un mes de intervalo se pone ahora, una vez más, de manifiesto: se prolonga la interinidad del Gobierno, esta condición de ‘Ejecutivo en funciones’ que limita la capacidad de decisión y hace que ministros, ministras, vicepresidenta y hasta el mismísimo presidente tengan la cabeza en otro lado. Mucho más atentos a completar la victoria en municipios y autonomías que a ver qué papel va a jugar España en una crisis internacional del volumen de la de Venezuela, en la que Trump y Putin, para no hablar de China, juegan a fondo sus bazas.
Pero claro, Josep Borrell, superado por varios flancos –que si el mediador Zapatero, que si el incordio podemita– , y atento a ver si lo suyo se concreta, tras ganar el escaño en el europarlamento, en una comisaría importante, no está ahora, pese a su indudable valía, para grandes alharacas. España está perdiendo una oportunidad en Venezuela: parece que ni desde Estados Unidos ni, menos, desde Moscú o Pekín, llegan las informaciones precisas, y nuestra diplomacia se ha enterado tarde, y mal, de los movimientos de un Guaidó que depende de muchas cuerdas exteriores. Y más o menos lo mismo parece que está ocurriendo en otras áreas de nuestra gobernación.
Así, la buena ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, anduvo como desaparecida ante las reivindicaciones de los sindicatos el 1 de mayo, en cuyas manifestaciones apenas se pudo ver al titular de Fomento, Abalos, que tampoco pintaba mucho por allí. Y de los otros ministros apenas sabemos que la señora Celáa aparece por el atril del portavoz en La Moncloa tras los consejos de los viernes, que son, se quiera o no y pese a los ‘decretazos’, ‘en funciones’.
Por lo demás, las especulaciones ya han comenzado: qué ministros se van, cuáles se quedan, si Carmen Calvo quiere o no ir a presidir el Congreso de los Diputados…En fin, las inevitables quinielas de ‘ministrables’ cuando aún ni siquiera sabemos qué Gobierno se formará y con quiénes: ¿ministros de Podemos? Seguramente no, pero a ver quién es capaz de adivinar en qué va a parar todo esto.
De momento, la primera decisión ‘pública’ de Pedro Sánchez tras ganar las elecciones, es decir, convocar la semana próxima a La Moncloa a Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias, que personalmente me parece impecable, ha sido criticada por algunos comentaristas, que entienden que suplanta o ‘madruga’ las consultas del jefe del Estado con los líderes políticos de cara a la investidura. No puedo estar de acuerdo con algunos respetables colegas que tal piensan: más bien, los contactos de Sánchez, que deberían ampliarse para incluir a Vox y alguno discreto con Esquerra Republicana –al fin y al cabo, han ganado en Cataluña–, van a facilitar la tarea del Rey cuando tenga que recibir a los líderes parlamentarios –por cierto ¿también a Oriol Junqueras, el preso?– . Se trata, precisamente, de salvaguardar la figura de Felipe VI, que tan zarandeada fue en las anteriores consultas de 2016.
El caso es que desde fuentes monclovitas parece que sugieren que el Gobierno podría estar formado allá por mediados/finales de junio, que este Ejecutivo será básicamente ‘continuista’ –menos en Exteriores, Justicia y alguna otra cartera ‘quemada’—y que, sin embargo, actuará ‘de modo diferente’. Ya comprobaremos, más allá de las anunciadas subidas de impuestos, en qué consiste esto del ‘modo diferente’. Lo que no sería bueno, estimo, es seguir gobernando como hasta ahora. Y menos prolongar el estatus de ‘en funciones’.
fjauregui@educa2020.es
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