(fotografía de algunos de los ‘ases’ fotográficos de la transición, durante la presentación del libro sobre Adolfo Suárez: Miguel González, César Lucas, Marisa Flórez, Antonio Suárez, Manuel Hernández de León, Enrique Cano)
Asistí en Madrid a la presentación del libro ‘Adolfo Suárez, recuerdos prestados’, del que son autores dos informadores muy activos durante la transición, Carmen Laviña, que llegó a trabajar con el ex presidente del Gobierno, y Antonio Suárez, autor de las fotografías que ilustran el volumen. Fue un acto emotivo, en el que participamos algunos de los periodistas que seguimos aquella inolvidable campaña de Suárez, en 1982, ya dimitido como presidente y líder de un partido de nuevo cuño, el Centro Democrático y Social, que en tan malos pasos habría de acabar (creo que lo llegó a comprar Mario Conde), una vez que el duque comenzó a experimentar su enfermedad terrible, que hoy le mantiene fuera de la percepción de lo que pasa. Con lo bien que les/nos hubieran ido algunos de sus consejos…
Claro que no se trata de contar ‘batallitas’ de viejos rockeros de la información, ni comparar aquellas aperturas y transparencias con algunas de las cosas lamentables que nos ocurren a quienes hogaño nos dedicamos a la comunicación: pero lo cierto es que resulta inevitable, y muchos de los participantes en el acto lo hicieron, contraponer aquella proximidad de Adolfo Suárez, incluso como presidente del Gobierno, con el trato que muchas veces recibimos, desde instituciones, partidos y fuentes, quienes nos dedicamos a la ahora ingrata tarea de mediar entre la realidad y la opinión pública.
Lo importante, mucho más que esas ‘batallitas’, es resaltar semejanzas deseables y diferencias indeseables, en aras de mejorar el futuro; muchos dijimos –lástima que el hijo del que fuera artífice de la transición, que tanto hace por la memoria de su padre, no quisiese estar presente en este acto—que la talla humana de Suárez es irrepetible, como también lo es, lástima, aquel contacto directo, sincero, de mutuo respeto y mutuo aprecio, entre el hombre que ejercía el poder y quienes habían de transmitir lo que ese hombre hacía, de bueno y de malo.
Alguna vez he dicho, y no se me ha criticado poco, por cierto, que existen similitudes limitadas entre Suárez y Zapatero. En su momento opiné que aquel Adolfo Suárez acorralado, apático y que no gozaba del apoyo de su partido, se tenía que marchar, para ser luego exaltado por la Historia. Creo que algo semejante, considerando todas las distancias –al fin y al cabo, Suárez, desde la dictadura, pilotó la primera transición, y Zapatero ni siquiera ha diseñado la segunda–, le ocurre a ZP: no me cabe duda de que no se presentará a la reelección, y, si lo hace, será forzado por causa mayor. Y tampoco tengo duda de que la historia, aunque sea con minúscula, será mucho más benévola con ZP de lo que lo somos los comentaristas del presente, como ya le ocurriera a Suárez.
Pero me parece que hay que insistir en que aquellos talantes no son los actuales, por mucho que ahora se presuma de ellos. Ni aquella política es esta, por mucho que algunos se empeñen en los valores de la actual situación sobre los de aquella. ¿Quién, quién pilotará esa segunda transición?
Deja una respuesta