(Esta foto, tomada hace más de un año, debería ser habitual. Líder de la oposición y jefe del Gobierno se ven habitualmente en los paíes de la UE donde la confrontación no es la política usual)
Este miércoles, a las diez de la mañana, en el Congreso de los Diputados –que es lugar ‘neutral’ en teoría—se reunirán el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición y candidato a la presidencia en la ‘primera’ sesión de investidura, Alberto Núñez Feijoo. La noticia, por lo excepcional de un encuentro que no se producía desde hace meses, ocupa muchas portadas, mostrando que esa ‘normalidad democrática’ que La Moncloa arguye para justificar el ‘cara a cara’, no existe. La política española sigue siendo la más anómala de toda la Unión Europea, hasta el punto de que ha forzado a Sánchez a aplazar nuevamente su comparecencia ante el Europarlamento para explicar las prioridades de la presidencia española de la UE, cada vez más afectada por el discurrir algo errático de la política nacional.
Aunque se sitúen en planos distintos, yo pondría en paralelo las dos noticias que no deberían serlo: la reunión Sánchez-Feijoo en la sede parlamentaria, y el probable aplazamiento de otra ‘cumbre’, la del Europarlamento, que, por cierto, podría haber propiciado un no deseado (¿o sí?) encuentro entre el presidente del Gobierno de España y el fugado ex president de la Generalitat, Carles Puigdemont. Que en un país europeo el jefe del Gobierno y el de la oposición se hayan encontrado en conversación presencial ‘a solas’ apenas una vez en más de un año –si mis datos son exactos—es algo inédito en las democracias de la UE. Que los dos personajes más importantes de la política de un país se llamen públicamente ‘mentiroso’ durante toda una campaña electoral tampoco resulta muy habitual, sobre todo por razones de credibilidad de ese país. Todo eso son noticias que, insisto, no deberían serlo.
La política de confrontación permanente, bastante rara en una UE a la que nuevamente se hace esperar para saber lo que pretende España con su presidencia, no parece que vaya a amainar con este encuentro. Una reunión esta del Congreso de la que todos esperan –ojala nos equivocásemos—más dardos lanzados al otro bando, no sé si por los dos protagonistas o por sus ‘estados mayores’. Hay que admitir que el mayor grado de agresividad corresponde de momento al bando gubernamental, y que La Moncloa no ha sido demasiado hospitalaria con Feijóo, que lleva dieciséis meses al frente del PP. Pero también hay que decir que en el Partido Popular han visto la necesidad de cambiar lenguaje, tono y hasta conceptos; nada de aquello de ‘derogar el sanchismo’, que ahora se ve como un error estratégico.
Cada día parece más probable que PSOE/Sumar –hay que colocarlos necesariamente juntos, porque sus diseños son los mismos— podrán lograr la investidura de Sánchez a comienzos de octubre, una vez previsiblemente fracasada, el próximo día 27, la de Feijoo, que obviamente tenía que presentarse a una investidura en principio fallida para explicar su proyecto de gobernación del país. Y eso es algo que se asume en el PP, donde, en voz no tan baja, ya se habla de cómo ejercerá la oposición en esta Legislatura; de cómo será su relación con Vox, cómo con los nacionalismos en general y con Cataluña, siempre la asignatura pendiente del PP, y más con el ‘pacto’ con Vox, en particular.
Me gustaría poder esconderme tras un sofá para escuchar en directo el tenor de la conversación completa, de la que seguramente apenas nos llegarán fragmentos muy parciales; solo con el tiempo iremos averiguando los que seguramente serán los detalles más ‘sabrosos’. Ya se sabe que la transparencia no es la característica dominante en la opaca vida pública española. Pero, de momento, las apuestas que se van recolectando aseguran que es muy poco el avance hacia cualquier tipo de acuerdo, pacto o entendimiento que pueda surgir de la ‘cumbre’ en la Carrera de San Jerónimo.
Feijoo, primer candidato a la investidura, tenía que llamar –aunque fuese por WhatsApp—a Sánchez, y este no podía seguir, como hizo en julio, negándose a encontrarse con quien, al fin y al cabo, ganó las elecciones, aunque esté perdiendo las ‘poselecciones’ y sea nada menos que Puigdemont quien sobre todo esté propiciando esta pérdida. Otra oportunidad de acuerdo perdida, es de temer. El tono de la Legislatura que nos espera estará marcado con esta reunión de Sánchez-Feijoo, dos hombres condenados a enfrentarse, cosa que a uno le gusta más que al otro, obviamente. Ojalá este miércoles nos sorprendan, pero temo que va a ser que no. Otra vez que no.
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