Once meses y un día de este Gobierno



(la forma del Estado, el principalm de muchos puntos de fricción en este casi año)

Este lunes, el Gobierno de coalición cumple once meses y un día desde que empezó a andar aquel 13 de enero de 2020, cuando aún ni sospechábamos la que se nos venía encima en tantos aspectos. En estos trescientos treinta y un días han ocurrido muchas cosas, nos ha cambiado casi todo. Y, desde luego, las discordias entre los socialistas representados por Pedro Sánchez y los dirigentes de Unidas Podemos, encabezados por Pablo Iglesias, han sido muchas. Pero, como todos anticipábamos aquel 13-1-2020, iba a ser la cuestión de la forma del Estado la que más quebraderos de cabeza iba a dar a un Sánchez que ignoro si ha dormido bien o mal todo este tiempo, pero que, desde luego, se ha convertido en el frágil valladar que sustenta el mantenimiento de la Monarquía en España. Nada menos. Y esa Monarquía tiene ante sí días muy duros. Mucho.

Mal asunto cuando ocupas de pronto todas las portadas y hasta la atención de los ‘cartoonist’. Y eso ocurría este domingo con diversos aspectos que afectan al llamado Rey emérito, a quien algunos quieren hasta quitar este título, y a su hijo, el Rey Felipe VI, que dicen que prepara ya, con el Gobierno –concretamente, aseguran, con la vicepresidenta Carmen Calvo—el discurso más difícil de su vida. Mucho más que aquel pronunciamiento real del 3 de octubre de 2017, que tanto enfureció al independentismo catalán. A los periodistas, fuentes que imagino de diversa solvencia nos van contando que desde el Ejecutivo tratan de convencer al entorno del Rey, un entorno muy poco partidario de ni siquiera adoptar cambios para que todo siga igual, para que no convierta estos mensajes de Nochebuena, ni el de la Pascua Militar, en meros actos protocolarios, llenos de buenas palabras genéricas. La situación no es la misma que la de diciembre de 2019. Y mucho menos la de ocasiones anteriores, cuando los parlamentos se repetían con uniforme placidez.

Hay ruido social. Y mucho barullo político, centrado precisamente en el debate interno en el Ejecutivo acerca de la Monarquía. Hay incluso lío dinástico, porque las relaciones entre padre –que quiere regresar a España—e hijo –que más bien no, influenciado por el famoso entorno—son muy mejorables: hombre, no es lo de Carlos IV y su sucesor, entre otras cosas porque el buen rey Felipe VI no es Fernando VII, ‘laus Deo’. Pero la situación es cuando menos preocupante. Y, para que no falte nada, ni siquiera faltan esos pronunciamientos de militares muy, muy retirados, a los que condenaba, desde la altura de sus 84 años, este domingo, en una entrevista en El País, alguien que es para mí una especie de héroe de la democracia, el coronel Xosé Fortes, que malogró una brillante carrera por haber pertenecido a la Unión Militar Democrática antifranquista.

Si el Rey, en su mensaje navideño, no podrá eludir el caso de la conducta irregular de su padre y el desastre ocurrido en este aspecto a lo largo de todo este año, Felipe VI, el jefe de los Ejércitos, tampoco debería evitar hablar del ‘ruido de sables oxidados’ (esto lo digo yo) en su discurso del 6 de enero, tradicionalmente suele estar pleno también de palabras que a nada comprometen. Así, dice Fortes, el monarca “sí podría decir algo en el sentido de que las manifestaciones políticas de los militares no son tolerables”. Y las cartas coactivas al inquilino de La Zarzuela, menos aún.

Ignoro cuántos días más, meses o años, le quedan al actual Gobierno de coalición en su presente estructura y composición. Lo que sí es obvio es que los andamios de la principal institución de la nación, la Jefatura del Estado, precisan de un fortalecimiento y de nueva consolidación, cosa de la que estoy seguro de que el prudente rey Felipe VI es consciente. El hecho de que sea Pedro Sánchez quien dispone de la mayor capacidad de pisar el freno cuando su socio de coalición pisa el acelerador hacia el abismo de un cambio radical en la forma del Estado no sé si me tranquiliza o me inquieta. O ambas cosas, depende del día de la semana.

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