Todavía estoy estupefacto ante el espectáculo que está dando nuestra clase política acerca de la OPA de Gas Natural sobre Endesa. En lugar de que se discuta el tema desde un punto de vista técnico, económico, nos abruman con miserias que claramente son pretextos falsos, desacreditan a los organismos de control (como si fuese necesario desacreditarlos), mienten, se atacan y evidencian que lo que menos les importa es si los consumidores ganan o pierden, si este paso viene bien para la economía de España y la competitividad de las empresas españolas.
La OPA está evidenciando la existencia de mucha podredumbre. Si, el 3 de febrero (creo que será en esa fecha), el Gobierno se atreve a tomar una decisión, a favor o en contra de la OPA (ya sabemos que sería a favor), va a perder no poca credibilidad. La honradez que se le supone (yo se la supongo) a Zapatero va a quedar desmentida por la adopción de una medida polémica, poco clara y que ofrecería la sospecha de favorecer los intereses sectoriales de unos y perjudicar los de otros, apoyados a su vez por otro partido político. Se va a ahondar el abismo entre los catalanes y el resto de España, se va a complicar aún más el lío del Estatut (porque una cosa y otra tienen mucho más que ver de lo que quisieran presentar el tripartito, las empresas catalanas interesadas y el Gobierno central). Se van a agravar algunas discrepancias en el seno del Gobierno (pero ¿qué hace Montilla todavía en el Consejo de Ministros? No puede ser que acumule tantas actividades, tantos intereses diferentes e incompatibles).
No quisiera parecer apocalíptico, pero el Ejecutivo corre un serio riesgo. Puede que decir que esto será "la Rumasa del equipo Zapatero", como alguien ha dicho, resulte algo exagerado, pero una decisión equivocada, tomada por razones que no respondan exactamente al interés general de los españoles, será, a medio plazo, plomo en las alas del Gobierno.
Conste que, con tantas salvas dialécticas, con tanta sal gorda en los discursos, me siento incapaz de saber si, al final de todo, la OPA es buena o mala. Cada vez que escucho arranques de brutal anticatalanismo procedentes "de Madrid" (de sectores del gobierno autonómico de Madrid), casi me inclino a favor de la OPA. Cuando escucho los argumentos pedestres de Moraleda o de Montilla, pienso que aquí hay gato encerrado, y que puede que la OPA no sea tan buena, al fin y al cabo. Porque de la Comisión Nacional de la Energía y del Tribunal de Defensa de la Competencia, organismos en teoría independientes (risas, por favor), por supuesto no me fío. ¿No hay una voz autorizada que, desde la verdadera independencia, nos diga qué es lo mejor? ¿Es que no se pueden encontrar diez justos en este país? ¿No sería deseable que no hubiese injerencias de políticos autonómicos o nacionales y dejasen que sean las empresas, dialogando, las que decidan, los accionistas los que tengan la última palabra?
En fin: uno más de los episodios nacionales. Temo, y lo digo con auténtica preocupación, que la clase política va por detrás de los españoles. ¿O no han visto ustedes cómo se las gastan en las concesiones de las TDT en según qué autonomías? Todo a dedo. Digital, por supuesto. Habrá que volver sobre ello. País.
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