Anda por ahí la polémica, en este país de polémicas, sobre si se debe o no encarcelar a Arnaldo Otegi. A mí, la verdad, me parece que no se puede actuar con mayor rigor contra alguien porque pertenezca a un partido ilegal. Lo ilegal no es pertener a un partido ilegal, sino hacer cosas ilegales. Lo que Otegi, que no tiene mis simpatías, por cierto, ha hecho ha sido organizar una huelga –una birria de huelga– estando en libertad condicionada. ¿Merece la pena meter en la cárcel a alguien por un delito tal? Sobre todo, cuando Otegi, estando ilegalizada Batasuna, ha protagonizado conferencias de prensa, congresos y manifestaciones mil, sin que nadie pensase en meterle por ello en la cárcel.
Tengo la impresión de que el juez Grande-Marlaska está extremando su celo en estos momentos. Me parece que la ley y la jurisprudencia permitirían tanto encarcelar a Otegi (para que salga bajo fianza al poco tiempo) como no hacerlo. ¿Qué es mejor en estos momentos auténticamente excepcionales? ¿Encarcelarlo o no? Comprendo que a muchos les pida (nos pida) el cuerpo meterlo en la cárcel: no es, ciertamente, una figura simpática. Pero las leyes no están para aplicarlas con todo el rigor, sino para mejorar las relaciones y el funcionamiento de la sociedad.
Yo, si fuese juez, no lo encarcelaría. Como ciudadano, no sé lo que haría. Creo en este proceso de paz y oajlá que nada, ni nadie, lo impida, dentro siempre de lo razonable, claro. Por escribir algo de esto, más de uno se me ha echado encima. Qué le vamos a hacer.
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