Otra de Gila: ‘¿Está Sanchez? Que se ponga…’

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((Gila: ‘Oiga ¿está el enemigo? Que se ponga. Oye, que cuándo vais a atacar, que es que esta tarde tengo una fiesta en Ibiza…’ etcétera))
¿Cómo diablos no aparece un nuevo Gil, una nueva Codorniz, un Hermano Lobo resucitado en este país tan dramáticamente gracioso?¿Cómo no tenemos un Canard Enchainé, cómo andan tan lentos los del Jueves?))
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Está muy bien que Rajoy, en su papel de dialogante negociador, llame esta semana, o vaya usted a saber cuándo, a Pedro Sánchez. Y estará bien que, si sus múltiples ocupaciones se lo permiten, Sánchez se le ponga al teléfono. Al fin y al cabo, los teléfonos están para eso: para comunicarse, no para estar todo el día comunicando. Pero, en el caso Rajoy-Sánchez, me da la impresión de que el presidente en funciones pierde el tiempo si cree que va convencer a su interlocutor (que Rajoy, viejo zorro, por supuesto no lo cree) para que abandone su posición de ‘no y no’ a facilitar ahora la investidura del líder ‘popular’: ha ido demasiado lejos el secretario general socialista como para que, así como así, y aunque le prometan el oro y el moro regeneracionista y anticorruptelas, dé su brazo a torcer. Ya digo que habrá que esperar hasta octubre para eso. Que ocurrirá –lo del cambio de postura del PSOE, digo–, vaya si ocurrirá.

Si se me permite, me arriesgaré a avanzar el calendario de lo previsible, de acuerdo con el sentido común (bueno, no tan común en estos tiempos que corren en nuestra clase política): Rajoy llamará a Sánchez, se verán educadamente no se sabe si en esa enorme casa de citas en la que se ha convertido el Congreso, y recibirá un no menos educado ‘no’, para variar. Luego, o al tiempo, a Sánchez le llamarán Rivera –“no te puedes quedar al margen de este proceso de reformas, Pedro”—y Pablo Iglesias –“todavía lo podemos intentar, Pedro”–. Y, claro, le llamarán, o le han llamado, o le están llamando, los ‘peces gordos’ del PSOE que aún mantienen interlocución con él, amén de las figuras institucionales, internacionales y económicas que imaginamos. O sea, que el teléfono de Pedro Sánchez debe de ser uno de los más marcados en estas fechas, aunque no estoy seguro de que todas esas llamadas sean respondidas: menudo lujo, pedazo de poderío, permitirte el no contestar a ciertas llamadas que te piden que reflexiones, te dejes de cabezonerías y varíes un rumbo que ya casi nadie, aparte del círculo de tiza caucasiano, comprende.

Pero, desde luego, no es Mariano Rajoy quien puede convencer a Sánchez, por mucho que se adapte (en teoría) al proceso fuertemente reformista que han comenzado ya a negociar a toda vela el PP y Ciudadanos. Los recelos y la antipatía mutuos son ya irreversibles. Creo que Sánchez, a fuerza de repetirlo, se ha convencido de verdad de que Rajoy representa todo lo malo que se puede representar, y que su misión sagrada es salvar a este país de esa especie de anticristo que es el presidente en funciones, y ello digan lo que digan los electores.

Así que nada que hacer: derrota del candidato en la sesión de investidura del 30 de agosto-2 de septiembre, una sesión parlamentaria que va a ser bronca de verdad y que sospecho que ganará moralmente, ante los telespectadores y ante los medios, un Albert Rivera que va a decir que no quiere nada para él, sino para el bien de los españoles, y por eso se apunta a ser gobierno –sin gobernar—con Rajoy y a ser oposición –sin serlo del todo—con Sánchez, dejando a Podemos, a los nacionalistas, independentistas y demás fuera de este juego de tronos. Buena mano la del líder naranja, al menos en este reparto de cartas.

Así que el día 2 vuelven a repartirse estas cartas, esta vez con mesas de juego paralelas en las campañas electorales en Galicia y Euskadi, donde los resultados pueden tener cierta relación con lo que pase en una sesión de investidura posterior. Porque fíjese usted lo que puede ocurrir si, por ejemplo, el PNV, para seguir gobernando en Ajuria Enea,, necesita del concurso de los socialistas y los ‘populares’ vascos…

Y hay una cuarta mesa de póker en este panorama: el comité federal del PSOE, que sin duda tendrá que ser convocado en algún momento del mes de septiembre, ya que Sánchez ha declinado hacerlo hasta ahora. ¿De verdad es pensable que el principal órgano decisorio del PSOE entre congresos siga siendo la cámara de los aplausos de cualquier cosa que diga Pedro Sánchez, sin nadie que levante la voz para expresar matizaciones, críticas más o menos acerbas, ideas nuevas, alternativas, para decir en alto lo que susurran en las cenas con los amigos? Si eso fuese así, apaga y vámonos. Pero no será así. Y comprobaremos que, con unos u otros pretextos o, más bien, razonamientos, el ‘niet’ perpetuo se tornará en ‘quizá’ coyuntural, a cambio de alguna de las muchas cosas que a Sánchez y compañía se les pueden ofrecer para lubricar el tránsito. Y, así, ocurrirá que Rajoy podrá seguir gobernando, en situación de equilibrista –no sabemos si sirve para eso, pero seguro que le pondrán una red–, ganando tiempo para otros dos años, un tiempo del que saldrá, por qué no esperarlo, un país mejorado, con caras nuevas y menos caótico políticamente, que eso tampoco es tan difícil. Lo difícil es lo contrario, aumentar aún más este caos y llevar a votar en Navidad a los pavos, que serían, los que sobreviviesen a las fiestas, los únicos que se acercarían por las urnas, si es que hubiese alguien para abrir los colegios electorales.

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