Hay como un desconcierto veraniego en el mundillo político. Solo así se entiende que sea el ministro de Fomento, y no la vicepresidenta económica, quien anuncie probables subidas de impuestos. O que sea el de Interior quien, en lugar del de Exteriores, se convierta en interlocutor de Marruecos a la vista de los graves incidentes en Melilla. No menos improvisación se evidencia en la convocatoria de ida y desconvocatoria de vuelta del encuentro, que se había pretendido secreto, entre Zapatero y los grandes constructores…Etcétera.
Hay, en fin, más ejemplos de un desbarajuste que se extiende, por supuesto, a las actividades e inactividades de la oposición: echamos de menos una voz más frecuente de un Rajoy vacacional a quien los humoristas dibujan sesteante y echamos de más ciertas declaraciones y viajes de dirigentes del PP que comprometen, me parece, la política exterior española frente a la taimada estrategia agosteña de Rabat.
Y desde luego, creo que los españoles tenemos derecho a explicaciones más completas y convincentes que los meros globos sonda y que los habituales silencios sobre temas tan sensibles como lo que está, de verdad, ocurriendo en Melilla y cómo se plantea una contraofensiva ante el reino alauita. O acerca de lo que realmente está pensando quien debe hacerlo –y no es el ministro de Fomento, desde luego– en torno a qué nos ocurrirá a los contribuyentes españoles el año próximo.
Ni de lo de Melilla es un mero incidente aislado, sino algo muy planificado, ni puede lanzarse el globo sonda sobre la subida de los impuestos diciendo que en España se pagan menos tributos que en la mayor parte de los países de Europa. Argumentación falaz donde las haya, aun siendo en parte cierta: ¿cómo comparar el nivel de prestaciones y de salarios vigentes, por ejemplo, en Noruega –país del que acabo de regresar–, con los existentes en España?
La verdad es que sigue generándose la impresión de que aquí no existe un gran respeto por los derechos de los ciudadanos; la política va por un lado, creando problemas para luego presumir de solucionarlos –cuando se solucionan, claro– y la sociedad civil, por otro. Y, como siempre, en agosto es cuando se urden algunas maniobras de política-ficción y se lanzan algunos anuncios para ir preparando a la opinión pública para lo que le espera este otoño.
Ya no hay serpientes de verano en el desconcertado y desconcertante agosto: hay palos de ciego, evidencias de que el rumbo sigue puesto en la improvisación, en un paso adelante y dos atrás. Y uno, ante este espectáculo de gomez/capuletos y jiménez/montescos que nos está ofreciendo la clase política, casi está deseando que regrese la realidad, dura realidad pero al menos real, de septiembre. Donde, al menos, nuestros representantes no tendrán tiempo ocioso para urdir manejos, enredos y ‘campañas de mentalización’ de los ciudadanos ante lo que sus mentados representantes les preparan.
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