¿Para qué servimos los periodistas?

Algún día de estos, los periodistas, aunque sea mirándonos una vez más el ombligo, tendemos que preguntarnos para qué servimos. Hemos aceptado –qué remedio, me dirán muchos, y tendrán razón—las comparecencias sin preguntas, nos resignamos a tener la palabra ‘discreción’, que no es sino opacidad, como animal de compañía. Y más: reconocemos que no nos estamos enterando de la misa la media en cuestiones clave para la nación, como esa negociación con Puigdemont para lograr la investidura de Sánchez, recogemos como migajas, sin repreguntas, declaraciones mendaces y vemos cómo ningunean al que debería ser  intermediario entre las fuentes y la ciudadanía –o sea, el periodista–  con un uso abusivo, manipulador, de las redes sociales. Incluso miramos ya con indiferencia las pruebas de que algunos de mis compañeros ‘incómodos’ son espiados en un intento de desprestigiarlos.

 

El periodismo vive en España, y sospecho que no solamente en España, horas convulsas. La opinión pública ha dejado de ser exigente con nosotros, quizá porque—me lo dicen las encuestas que he encargado en los tres últimos años—ha dejado de confiar en nosotros, puede incluso que  en el mismo grado en el que ha dejado de confiar en la política que hacen los políticos.

 

Ya vemos incluso que el no mentir tanto es cualidad digna de elogio –Núñez Feijoo dixit– en un político como Puigdemont, que construye todas sus tesis de actuación sobre una gran falsedad: que Cataluña será independiente, que España les roba, que el Estado no es democrático, que lo suyo aquel octubre de 2017 fue un acto heroico y no un delito contemplado en todos los códigos penales del mundo. ¿Qué se negocia con alguien como Puigdemont?¿Una refundación del Estado, olvidando aquel ‘espíritu del 78’, precisamente ahora que está a punto de conmemorarse el 45 aniversario de esa Constitución que será jurada por la heredera de la Corona el próximo martes?

 

Creo que los ciudadanos, esa débil sociedad civil que tenemos, tiene derecho a conocer hasta el último detalle, sin operaciones de ‘marketing’ manipulador, en qué se va a basar un pacto que cambiará las reglas del juego y hasta los fundamentos en los que venía asentándose la democracia española. Quizá los periodistas sirvamos, a la postre, para elevar nuestras voces precarias y exigir algo tan simple como explicaciones y respuestas, lo que supondría que podamos hacer preguntas y que se nos deje pedir explicaciones. Decía Jefferson que prefería periodismo sin Parlamento antes que Parlamento sin periodismo. Hoy, nuestro Parlamento está bastante inoperante, quizá porque se trata de dificultar el debate, que es transparencia. No permitamos que los periodistas, que son los que deben manejar la información, también se queden sin funciones precisamente porque no tienen, porque nos la hurtan, esa información que tenemos el deber de llevar a la ciudadanía.

 

fjauregui@periodismo2030.com

 

 

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