Zapatero se nos marchaba a una gira sin duda importante por Qatar, los emiratos y el aún inestable Túnez, y nos dejaba nuevos días de incertidumbre sobre su futuro político. Una incertidumbre que está lastrando los preparativos de la campaña electoral del PSOE, provocando declaraciones más o menos (des)afortunadas de los ‘barones’ autonómicos y de otros ‘pesos pesados’ del partido y que está afectando, en suma, a toda la vida política nacional y hasta, me atrevería a decir, a la cohesión del Gobierno. Hay ministros y altos cargos situados en la sede de Ferraz que admiten abiertamente, aunque sin micrófonos presentes, que, esta vez, el presidente del Ejecutivo y secretario general del partido está llevando sus ‘tempos’ demasiado lejos. Esto, te reconocen, no puede seguir así mucho más.
Lo cierto es que Zapatero permanece como alejado de los avatares de este mundo mortal. Se va de viaje ligero de equipaje, después de haber convertido en cada vez más leves –con la inestimable ayuda de Rajoy, eso sí—sus comparecencias parlamentarias. Da igual: el inquilino de La Moncloa podría hacer el pino en los pasillos de la Cámara Baja, pero todos seguirían preguntándose si se va o se queda. Yo estoy seguro de lo primero: intuyo sus deseos, y los de su familia, de marcharse, buscando un acomodo posterior y más benévolo en la Historia. Lo que no entiendo es que siga alimentándonos a tertulianos, columnistas, comentaristas de toda laya, a propios y ajenos, con el enigma, como si verdaderamente deshojase la margarita: ¿me voy?¿me quedo?
Y entonces, claro, todo son apuestas, especulaciones, cábalas. Por ejemplo, ante la reunión del Comité Federal del PSOE del sábado. ¿El Gran Anuncio para entonces? Parece que no. ¿A finales de marzo? Frío, frío…¿En los primeros días de abril, cuando se inaugure la temporada de campaña con el acto tradicional en la plaza madrileña de Vista Alegre? Quizá ahí, aunque me cuesta pensar que, en medio de los aplausos y el calor de los suyos, Zapatero lance el jarro de agua fría. Porque la pelea, educada hasta ahora, de la sucesión va a tener sus aristas complicadas, y todos se van a dejar jirones de ropa en la lucha de las primarias, o lo que sea.
De lo que estoy seguro es de que ZP va a renunciar a colocar ‘a dedo’ a delfín alguno, por mucho que todos los indicios apunten a su preferencia por Rubalcaba sobre otros nombres, como el de la ministra Chacón –pese a que su marido sea un hombre muy próximo a la influencia sobre el presidente—o el extremeño Guillermo Fernández Vara, uno de los que se citan como ‘aspirantes’ y con quien Zapatero parece que no simpatiza demasiado.
Pero tiene que hacer algo ya: los intereses españoles, la imagen exterior de España, la confianza de inversores y consumidores no puede estar pendiente de los signos que emita la esfinge, que no debería esperar a conocer los resultados de las elecciones municipales y autonómicas de mayo para lanzar el veredicto sobre sí mismo. Porque entonces parecería que se marcha por esos resultados han sido malos, y obligaría a una cadena de renuncias de todos aquellos candidatos que hayan perdido. Sería una catástrofe para el PSOE, una catástrofe de la que en ningún caso se repondría de cara a las elecciones generales de dentro de un año, solamente un año. ¿A qué diablos espera Zapatero?
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