Pero ¿dónde diablos te has metido, Puigdemont, hombre?

Permítame ser un poco frívolo en este comentario que seguramente no le va a gustar, pero es que la situación lo demanda: las redes sociales, los titulares de los periódicos, estallaron este jueves ante la ‘saga-fuga’ de Carles Puigdemont. Discurría la sesión de investidura de Salvador Illa, como si nada ocurriese, y sin embargo todos estaban pendientes del Gran Ausente: el ex president de la Generalitat, que regresó tras siete años de autodenominado exilio, se subió a la tribuna montada para él en el Arco de Triunfo, largó su discurso impunemente, él, el hombre más buscado teóricamente por jueces y policía, bajó del estrado y…desapareció. Era poco después de las nueve de la mañana, y la investidura estaba prevista para las diez.

Nueve horas después, la investidura seguía, sin referencias al fenómeno que podría haber protagonizado Houdini,  el legendario  mago escapista: ¿dónde había ido a parar Puigdemont?

El Estado entero había entrado en crisis: el Gobierno central, con el Ministerio del Interior en primer caso; los mossos y el Govern saliente, los medios de comunicación ante cuyas narices se había ‘evadido’ el nuevamente fugado, los servicios de inteligencia, los jueces vigilantes…Todos sin duda sentían una sensación de vergüenza ante lo ocurrido: una vez más, Puigdemont los había burlado a todos. Pero la sesión de investidura de Illa proseguía imperturbable, como si nada ocurriese en el exterior, en los titulares, en los noticiarios de radio y televisión de todo el mundo, en los despachos más importantes del país. Pero ¿dónde diablos estaba Puigdemont?

Las teorías más dispares y disparatadas circulaban por todas partes, por las redacciones, por los cubículos que pretenden saberlo todo, donde nadie era capaz de responder con datos a la pregunta que formulo en los dos párrafos anteriores. Pero ¿dónde, por Diosss?

Me cuesta definir mis sentimientos ante lo que ha ocurrido este jueves en el Parlament de Catalunya y, sobre todo, en las inmediaciones. Creo que la Política, con mayúscula, se compadece mal con todo lo ocurrido en las últimas horas, con lo previsible, que era una sesión de investidura en torno a Salvador Illa, que debería haberle convertido, merced a los votos, en el molt honorable president de la Generalitat de Catalunya. Y lo será, sin duda –aún no lo era formalmente cuando escribo este comentario: la votación ya había comenzado, con resultado previsible–.

Pero, por muy convulsa que haya sido hasta ahora la política catalana, albergo muchas dudas de que pueda desempeñarse con normalidad a partir de ahora. Normalidad: la palabra más buscada y menos presente en  la política catalana. Y española, ya que estamos. ¿Dónde, dónde se había metido?

Yo diría, si tengo que hablar de mis sentimientos, que sentí un poco de sonrojo. Ver a los parlamentarios, empezando por el propio Illa, hablar con soltura de la política catalana como si el ‘fenómeno Puigdemont’, que ya en aquellos momentos copaba las portadas de los periódicos digitales no solo españoles, sino de buena parte de Europa, no existiera, me suscitó una sensación de surrealismo. ¿Dónde, dónde?

Y es que en la Cámara se hablaba del futuro, del agua, de los pisos turísticos y de no sé qué otras cosas que sin duda interesan a los ciudadanos, pero que nada tenían que ver con lo que se hablaba en aquellos momentos en las calles, y no solo en las catalanas: la aparición estelar de Puigdemont en Barcelona, su discurso en el Arco del Triunfo, su paseo …y su desaparición. Ante las cámaras de televisión de media Europa y ante los móviles de cientos de personas grabando la aparición del ‘fugado’ en su tierra. Un golpe en la moral de policías más o menos ‘camuflados’, de agentes de todo tipo y también para mis compañeros que llevaban cámaras y micrófonos que no se enteraron de nada. ¿Cómo lo hizo?  

Fue de pronto, hop, como por arte de magia, Houdini desaparece. Ante las narices de todos. Cómo diablos explicarlo. Y entonces, una reacción muy nuestra: hacer como que nada ha sucedido. Silencio oficial en la sede socialista de Ferraz, en La Moncloa, en la sede del PP de Génova –que esa es otra—y, en el Parlament, sigue la sesión como si tal cosa. Pero en algún sitio debería estar Carles Puigdemont gozando de lo lindo ante el ridículo hecho por quienes ya son sus peores enemigos, los que hubiesen gozado viéndole políticamente muerto. ¿A dónde vas, Puigdemont?

Me temo que a ninguna parte. Una vez que Illa se convierte en el molt honorable president de la Generalitat de Catalunya, no hay vuelta atrás. Esta ha sido la última pirueta. Ahora, Catalunya tiene que esforzarse por la normalidad, que va a ser bien difícil, porque los términos del pacto suscrito entre el PSC y ERC para lograr la investidura de Illa va a ser muy difícil de implementar. Casi imposible. Contiene demasiados elementos que se saltan los términos de la Constitución española. Preveo una batalla jurídica, judicial, política, mediática, incluso en la calle, que ríase usted de la de la amnistía. El Gobierno de Pedro Sánchez va a tambalearse no poco con el oleaje, si es que no naufraga.

Y no, que no me hablen, como vienen haciendo gentes poco amigas del ‘sanchismo’ en las redes, de un pacto secreto entre Pedro Sánchez y Puigdemont para facilitar la nueva fuga de este. Absurdo, creo. El Gobierno central sale muy tocado de la proeza fuguista del ex president de la Generalitat, cuyo próximo movimiento, claro, ignoro yo, pero sospecho que también ignora el inquilino de La Moncloa, que debe andar bastante ‘mosqueado’ allá donde esté iniciando sus vacaciones, quizá en Lanzarote.

Este episodio, el de la investidura de Illa, que debería haber sido un triunfo para Pedro Sánchez, ha convertido  la jornada en una pesadilla para él. Porque todos señalan con el dedo, más que al Govern saliente, al Gobierno central, más al Ministerio de Interior que a los mossos: ¿cómo, pero cómo,  ha sido posible esta fuga tan espectacular?

Dónde estás, Carles Puigdemont? Vuelve, que te perdonamos. O no, quién sabe. Le aplaudieron ‘sus’ diputados cuando se le citó, en vano, claro, para votar ´si’ o ‘no’ a Illa. A saber dónde andaba. Pero una vez más ha vuelto a hacer los titulares, y no solo los nacionales. No ha sido, no, un gran día para la imagen de España como país, y no sé si lo ha sido para Catalunya, aunque haya resuelto la sucesión en la Generalitat. Sí lo ha sido, seguramente, para Carles Puigdemont, en su huída permanente. Pero no le quedan ya muchos ases en la manga de mago fuguista, pienso. O sí, que a mí, a estas alturas, ya nada me extraña…Lo pregunto por última vez: ¿Dónde andas, Puigdemont, hombre?

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