Salen ahora como venablos dirigidos directamente al corazón de Zapatero las comparaciones: ¿por qué Irak era una guerra injusta y Libia no lo es? ¿Por qué aquella mano de Bush sobre el hombro de Aznar provocó el rechazo de los ciudadanos y las críticas de la oposición y ahora la foto de Zapatero con Obama ha de ser recibida con alborozo? Me encuentro entre quienes abominaron de aquella guerra contra el tirano Sadam Hussein y no obstante están a favor de la intervención contra el tirano Gadafi. Ya sé que el apoyo a esta guerra en Libia pierde fuerza cada día que pasa entre las poblaciones occidentales, y veo cómo el fantasma de Irak, un país destruído, empieza a pesar en el ánimo de los europeos y hasta de los norteamericanos.
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Me parece una cierta falacia, siento decirlo, comparar los casos de Irak y Libia. En este último, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas pidió, aunque tarde y mal, que se protegiera a la población civil de una más que posible masacre propiciada por Gadafi. Pero es que, además, la intervención en Irak se inflamó con razones falsas, como la existencia de armas químicas en reductos controlados por Sadam. Y, además, en aquellos momentos no existía el peligro inmediato de un genocidio como el que Gadafi podría perpetrar contra su propio pueblo.
Para colmo, la opinión pública –la española, como las de la mayor parte de los europeos—estaba radicalmente en contra del ataque contra Irak, y no ha sucedido lo mismo, al menos hasta ahora, con la guerra contra Gadafi. Cuando, en pleno apogeo de los preparativos bélicos, le dije a Aznar que cómo se atrevía a participar en una contienda, la de Irak, con el ochenta y tres por ciento de los encuestados en contra, me respondió textualmente: “propio es de un estadista saber contrariar a la opinión pública cuando conviene”. Nunca he olvidado esta frase, que casa perfectamente con el inicio de la decadencia del ex presidente del Gobierno.
Ahora, los gobiernos, los parlamentos –este martes, el español, con un apoyo masivo a la iniciativa de Zapatero–, las opiniones públicas, las Naciones Unidas, están respaldando sin más fisuras que las esperables esta operación: hay que mostrar a quienes alguna vez sientan la tentación de ser nuevos gadafis que la comunidad internacional no puede tolerar con la complacencia mostrada hasta ahora a estos tiranos de opereta.
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