La esposa de un amigo venezolano muy querido nos visita estos días. Sus apreciaciones me están resultando de gran utilidad, porque aquí nosotros no vemos el bosque porque los árboles no nos dejan; y ni vemos los árboles porque estamos con la vista fija en la corteza. Así que necesitamos gente que venga de fuera, menos ombliguista y menos obsesionada, para que nos haga diagnósticos desideologizados y, por tanto, seguramente más certeros; no se trata de ser profundos, siempre buceando en las simas, sino de ver claro allá donde pegan los rayos del sol.
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