(Tarradellas, que regresó del exilio para pactar el Estatut catalán con Adolfo Suárez, no es el más querido hoy por el independentismo más radical, o sea, por Puigdemont y su entorno. Pero en aquel 1977 su prestigio en Cataluña era inmenso)
¿Duda usted de que Carles Puigdemont acabará aterrizando en la barcelonesa plaza de Sant Jaume, frente al Palau de la Generalitat, para entonar, como Tarradellas retornado del exilio tras el franquismo, el ‘Ja soc aquí’?. Yo, francamente, no. Lo que ignoro, como todo el mundo, son los tiempos en los que se producirá ese retorno, fruto de una amnistía que, con un nombre u otro, con un procedimiento u otro, se les acabará concediendo a él y a otros centenares de implicados en el ‘procés’ independentista. Lograr la investidura de Pedro Sánchez bien vale, al parecer, traspasar una nueva línea roja. Y esta misma semana tendremos, probablemente, datos importantes para conocer por dónde van a moverse las estrategias, las públicas y quizá hasta las ocultas, perdón, discretas.
Porque es precisamente dentro de pocas horas, este martes, cuando faltarán veintiún días para que se celebre la primera sesión de investidura, presumiblemente fallida, en la persona de Alberto Núñez Feijoo, cuando el gran fugado, el ex molt honorable ex president de la Generalitat, Carles Puigdemont, tendrá a bien darnos a conocer, quizá en primicia también para el mismísimo Gobierno de la nación, las condiciones para dar su bendición en forma de ‘sí’ a la investidura de Pedro Sánchez. Que, tras el cantado fracaso de Feijoo, quizá tenga lugar en una segunda sesión parlamentaria a mediados de octubre, dicen. Bueno, si Puigdemont y Junqueras lo permiten, claro.
Y ¿qué es lo que exigirá Puigdemont este martes? Amnistía, desde luego, aunque venga a llamarse como quiera. Diga el residente en Waterloo lo que diga, su interés prioritario es volver con todos los honores a pisar triunfalmente las calles catalanas, aclamado como Mandela cuando abandonó la prisión de Robben Island, o como su enemigo Junqueras cuando salió libre tras el indulto que le concedió el Ejecutivo de Sánchez. ¿Pedirá también referéndum de autodeterminación? Claro que lo mencionará, pero, aseguran quienes con él han estado, que no lo exigirá de manera tajante, porque sabe que difícilmente lo podrá lograr, al menos de una forma inmediata e inequívoca. Y ahí se divisa ya una quizá nueva materia de confrontación entre los dos partidos independentistas, el Junts de Puigdemont y la Esquerra Republicana de Junqueras, que, para mostrarse aún más radical que el de Waterloo en cuanto a sus condiciones para investir a Sánchez, aseguraba este domingo, desde la portada de La Vanguardia, que “la amnistía no es el punto final de nada, sino el punto inicial”.
Ya; y entonces ¿luego? Luego, dice el ‘hombre fuerte’ de ERC, “hay que plantear la autodeterminación”. Seguramente, no como algo inmediato, pero sí como algo que no hay que dejar olvidado en el tintero. Claro, todo ello abre debates jurídicos interminables en torno a la constitucionalidad o no de las exigencias, de las ‘líneas rojas’ que dividen ambos campos, el del actual Gobierno central y el de sus probables ‘socios’, y que definirán el éxito de la investidura de Pedro Sánchez y sus posibilidades de seguir en La Moncloa. Y que, de paso, definirán las fronteras por las que puede transitar la Constitución, que en diciembre cumplirá cuarenta y cinco años y que cada aniversario se muestra más debilitada, más desfasada en muchos aspectos…y más incumplida en no pocos de sus preceptos.
No es que yo espere gran cosa de la apertura del año judicial, el jueves, un acto solemne que, cada año que pasa sin que se renueve el gobierno de los jueces, parece más fuera de sintonía. Pero me gustaría saber qué comentan los jueces del Supremo más implicados en el combate legal al ‘procés’, Llarena y Marchena por ejemplo, sobre todo este ‘contraproceso’ que está deslegitimando aquella sentencia histórica del Tribunal Supremo sobre el ‘procés’, en octubre de 2019. Si es que, a estas alturas, comentan algo.
‘París bien vale una misa’, dicen que dijo el protestante Enrique de Borbón al convertirse al catolicismo, a finales del siglo XVI, para despejar su camino hacia el trono de Francia como Enrique IV. Una frase que ha sido tomada como la máxima del ‘maquiavelismo’ en cuanto a cinismo y también en cuanto a pragmatismo. Pues eso: que La Moncloa bien valdrá un debate jurídico de todos los demonios. Incluyendo que el gran conseguidor de la permanencia de Sánchez en el palacio de la Cuesta de las Perdices sea el hombre al que, siendo entonces presidente de la Generalitat, el Rey aludió, sin nombrarlo específicamente, en durísimos términos aquel 3 de octubre de 2017. Dos días después de que se acabase de celebrar un referéndum ‘de autodeterminación’ caótico y por completo ilegal, previo a una declaración de independencia que apenas estuvo unos segundos en vigor, antes de ser abolida por el Estado. Lo que han cambiado las cosas, cuánta agua ha pasado bajo los puentes, cuando está a punto de cumplirse el sexto aniversario de aquellos hechos infaustos, Dios mío…
fjauregui@educa2020.es
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