No sabría, así de sopetón, responder de inmediato a la pregunta que encabeza este comentario. Pero sí sé que este sistema de partidos se agota, ignoro si para ser sustituído por algo mejor…o no. Acabo de regresar de Venezuela, donde los partidos ‘clásicos’ han desaparecido, gobierna una especie de movimiento nacional y pretende gobernar una aún no formada plataforma de oposición, quizá encabezada por el alcalde de Caracas, que no tiene claro ni siquiera si va a ser una amalgama de ideas de lo que se llamaba derecha, izquierda, centro… o un melting pot, que será lo más probable.
Así ocurre en muchos países de América Latina: la incapacidad de los partidos socialistas clásicos, lo mismo que la de los democristianos y liberales al uso, ha dado paso a gobernantes indigenistas, populistas o a extraños compañeros de cama en alianzas de poder. Las internacionales socialdemócrata, liberal, etc., ya no son nada. En Europa, tampoco: miremos a Italia, o a Francia. Miremos hacia los Estados Unidos, donde republicanos y demócratas confunden recetas, dogmas y principios, y donde, al fin, ya no hay un wasp en la Casa Blanca.
Reflexiono en todo ello porque me parece claro que este sistema de partidos que tenemos aquí (España) y ahora (crisis global, programas electorales invalidados por la realidad) ya no resuelve los problemas planteados. Al menos, mientras los líderes sigan comportándose de acuerdo con esquemas clásicos: en Alemania, los debates preelectorales dejan claro que habrá que volver a la gran coalición o similares. En Gran Bretaña, ni laboristas ni conservadores dan la talla, como se está viendo, y surgen nuevas alternativas. En Italia…mejor ni hablamos de Italia. Y así estableceríamos un largo etcétera si analizásemos lo que ocurre en la mayor parte de las democracias ‘sólidas’, caso por caso, puede que con la excepción de algún país nórdico.
¿En qué estamos, hacia dónde vamos? Los partidos, como iglesias en busca de poder y compañía, ya no atraen ni la décima parte que las redes sociales en cuanto a club de albergue contra soledades. Las encuestas muestran el desconcierto de las gentes. La izquierda pierde sus perfiles, lo mismo que la derecha ultracapitalista. Y resulta inevitable pensar que estamos los occidentales ante una nueva caída del Imperio romano, en cuanto que fin de unos valores tradicionales que ya no están tan, tan en valor.
En estas circunstancias, hay que analizar la dirección de los vientos que impulsan el valor de las masas, tal y como los analiza Peter Sloterdijk, que es el nuevo guru de los que buscan algo inédito en el pensamiento agotado de Occidente Peter Sloterdijk, ‘El desprecio de las masas’, Ed. Pre-textos). Pero ¿qué son las masas, qué quieren, hacia dónde caminan y, sobre todo, votan? Quién sabe. Lo evidente es que todo cambia movido por un impulso irresistible e inevitable (el mal comportamiento de quienes dirigían nuestras finanzas, las migraciones intensas, el vacío intelectual, el huracán de Internet) y, sin embargo, los encargados de pastorearnos, a quienes pagamos y elegimos, no entienden que la nueva era llama a la puerta, toc-toc. Y siguen con sus juegos de poder anticuados y egoístas, sin pensar en ese ciudadano-masa.
¿Cómo entusiasmarse, así, con estas estructuras de partidos, con los discursos que nos lanzan (hoy mismo, sin ir más lejos, Zapatero y, en el otro lado, Rajoy, puro continuismo)?
Me muero de risa al ver algunos comentarios, que le acusan a uno de estar inclinado en su particular balanza hacia un partido u otro. No, seguramente la acracia no sea una solución; seguro que no lo es, porque eso que llamamos ‘la masa’ necesita organizaciones estables que le impidan ir hacia el abismo. Y uno mismo también lo necesita, desde luego. Por eso, actuar por libre –pero ¿en qué dirección y con quiénes?– es cada día más una tentación.
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