(si, parece que, tras una increíble campaña de pésimo gusto a cuenta de su enfermedad, Rubalcaba vuelve por donde solía. Y me alegro: hace falta en la política nacional, cualquiera que sean las ideas que se tengan y cualquiera que sea la valración que se hace de él)

Me dicen que, poco a poco, Alfredo Pérez Rubalcaba, vicepresidente primero, ministro del Interior y único miembro del Gobierno que aprueba en las encuestas, va a ir reincorporándose, ya desde esta semana, a su despacho, en franca y definitiva recuperación, parece, de su enfermedad. Me alegro, porque pienso que, con sus luces y sus sombras, Rubalcaba es una pieza importante, aquí y ahora, en una coyuntura política en la que los sondeos, a poco más de dos meses de las elecciones municipales y autonómicas, no hacen más que dar disgustos al PSOE, pilotado por un José Blanco incapaz de frenar el deterioro de imagen de Zapatero y el desánimo generalizado en las filas socialistas.

Siempre pensé que ese brutal descenso en la popularidad del presidente del Gobierno tiene quizá algo de injusto. Pero el caso es que ahí está, y Zapatero se ha convertido en la diana de los chistes malintencionados, de los comentarios ácidos y de las chacotas de ls tertulias radiofónicas y televisivas. Ya he dicho alguna vez que se tiene que ir, antes de que le empujen; otra cosa será lo que la Historia diga, superados apasionamientos, vendettas y períodos preelectorales, sobre él. Pero el caso es que, hoy por hoy,Rubalcaba –y también, por cierto, aunque en menor medida, Carme Chacón, la ministra de Defensa y otra aspirante a la sucesión—tiene una mejor valoración entre los encuestados que ‘el jefe’. Y, hoy por hoy, y aunque su estado físico preocupe no poco en las filas socialistas, Rubalcaba sigue siendo el sucesor natural de ZP, al menos para salvar los muebles y hasta que llegue una solución más definitiva.

Retorna, confío, Rubalcaba cuando nuevas operaciones policiales han descabezado, una vez más, a ETA, y cuando se acrecienta y se agría el debate en torno a la legalización o no de la formación ‘abertzale’ Sortu. El fiscal general, Cándido Conde-Pumpido, anticipándose quizá a lo que viene, ha dicho que “seguro que Sortu no pasa”, y él tiene buenos motivos para intuir por dónde vienen los vientos. Otra cosa será lo que ocurra una vez que esta formación quede fuera del registro y fuera de las elecciones: ¿hay ‘plan B’ en los cuarteles generales de los antiguos batasunos? Yo diría que sí, que ellos saben que Sortu no saltará la barrera y entonces ni siquiera lanzan gritos de falso escándalo ante la constatación de que los terroristas de ETA seguían en activo –eso sí, dirigidos por individuos cada vez más descerebrados, si así puede decirse en este mundo criminal—y preparando nuevas atrocidades. Nada: Sortu ha decidido no apostar más en el tablero de su marcha hacia la paz y guarda silencio ante las detenciones.

Y ahora, en este marco, vuelve Rubalcaba. Me dicen que más adelgazado –aún–, pero con el humor intacto. Buena falta les hace a los suyos, la verdad, un poco de buen humor. Todos los ayuntamientos, todas las autonomías, reclaman la presencia del vicepresidente, más que la del presidente –aunque haya mucho de exageración en la narración de ese rechazo–, en los mítines. El convaleciente Rubalcaba tendrá que multiplicarse: sigue siendo el sucesor más probable y es, ya lo he dicho, el único político, el único –ni Duran i Lleida, ni Rosa Díez, ni Artur Mas, ni, desde luego, Rajoy…nadie–, a quien las encuestas que ahora se publican conceden un aprobado en la valoración de los ciudadanos.