Ya sé que el Tribunal Constitucional ha tenido, y tiene, una trayectoria que no le hace digno del respeto que hay que pedir para él. Con o sin trapicheos, con o sin prórrogas de mandato simplemente inaceptables, lo cierto es que el TC es una pieza fundamental en el organigrama de la democracia española. Y sus decisiones son inapelables, aunque discutibles. No puedo presumir de saber más que los juristas especializados en interpretar, y quién sabe si retorcer, las leyes: sí digo, tras haber leído de cabo a rabo sentencias, opiniones fundadas y hasta menos fundadas, que la decisión del Supremo sobre Bildu no era inequívoca. Admitía muchas posibilidades. Y ya alguna vez dije que yo no acababa de ver claros los fundamentos jurídicos para una ilegalización de la coalición que, sin duda, más comprensión muestra hacia Batasuna y, si usted quiere, hacia ETA. Pero una cosa es lo que usted o yo supongamos con mayor o menor fundamento y otra es el basamento legal que demuestre una vinculación directa entre esta Bildu y la banda terrorista que tanta desgracia ha hecho caer durante tantos años sobre las cabezas de los españoles.
Eso, sin contar con otras argumentaciones posibles. Por ejemplo, la esgrimida ayer por el candidato socialista a la presidencia Navarra, Roberto Jiménez Alli, quien dijo en un multitudinario desayuno en Madrid que, si queremos que la gente ‘comprensiva’ con Batasuna se pase a este lado del río, hay que ayudarles a cruzarlo. Y una ayuda puede ser incluirlos en las instituciones. Sé que no todo el mundo, al sur de Pancorbo, pensará de esta manera, pero hay que admitir como válidas todas las opiniones que caben en una democracia, y la democracia ya se sabe que tiene una amplia y polémica capa.
Titulo este comentario hablando del respeto, quizá inmerecido, al Tribunal Constitucional. Han sido muchas las trapisondas del máximo órgano decisorio en los últimos años. Pero la de esta casi madrugada no ha sido una de ellas. Creo que los magistrados del TC estaban perfectamente leigitimados para decidir como lo han hecho, de la misma manera que Patxi López, el buen lehendakari vasco, lo estaba para opinar que, a su juicio, no hay vinculación directa entre ETA y los partidos que conforman la coalición Bildu. Quién sabe…
Creo que, con esta decisión, permitiendo a Bildu concurrir a las elecciones de dentro de poco más de dos semanas, se restablecen algunos órdenes, o se procura el mal menor. Otra cosa hubiera significado un desorden social y un pronunciamiento muy inseguro, probablemente adverso, en los organismos europeos. Puede, incluso, déjenme ser un poco ingenuo, que estemos dando una oportunidad a este mundo marginal para que entre en el juego institucional y democrático por la vía de la paz. Personalmente, no puedo decir que me haga feliz la presencia de algunas personas en los ayuntamientos y diputaciones vascos y navarros: alguna de esa gente, si pudiese, restaría no pocas de mis libertades en aras de su fanatismo intolerante. Pero sí me contenta que se haya impuesto el estado de derecho, que es nuestra grandeza que ampara incluso a esos extremistas muy escasamente demócratas.
Ahora solo falta que todos admitamos la vigencia y vigor de ese estado de derecho y acatemos, aunque discutamos, la decisión de ese alto tribunal al que los españoles hemos dado las riendas para conducir –por muy mal que lo hagan—esta situación. Creo que el Gobierno, que ha actuado pacatamente, con vacilaciones y debilidad en esta cuestión, no es el culpable de lo ocurrido. Como no lo es la oposición, que todo lo ha aprovechado para rebañar votos en un plato donde nunca debería haber comido. Ni lo es el Supremo, que, pienso, se dejó influir por las opiniones publicadas. NI lo es el Constitucional, que al fin y al cabo ha actuado como todos esperaban –no me digan que no—que lo hiciese.
Si hay que buscar culpables, pongámonos todos en la balanza. Porque sabíamos que esto acabaría por ocurrir y no supimos, pudimos o quisimos prevenir lo a tiempo. Queda esperar que, en los próximos años, nos demos las garantías jurídicas para que estas situaciones de ‘suspense’, que no hacen sino la propaganda de quienes bordean la legalidad y el sistema democrático que nos hemos dado, no se repitan. Porque ya son tres las veces que hemos incurrido en una polémica similar. ¿Irá, a la tercera, la vencida?
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