Escribo desde México, donde he estado estos días presentando nuestro diariocriticodemexico.com y el congreso que celebraremos en Comillas en mayo, al que hemos invitado a Felipe Calderón. Así que me he perdido (informativamente, claro) el congreso de UPyD, el partido de Rosa Díez. Lo siento, porque conozco poco ese partido, aunque conozca bastante a Rosa, que es su mejor (no diré, desde luego, su único) activo. Y debo decir que la señora Díez me provoca sentimientos encontrados: demasiado impulsiva, aunque no sea eso malo en sí. Demasiado vociferante, aunque, si no gritas en este patio de vecinas…La ví cambiar de cuando era consejera en el País Vasco («Ven y cuéntalo») a la furibunda antinacionalista de hogaño (¿en qué, pues, se diferencia en este punto de la entente Patxi López-Basagoiti?). NO sé muy bien qué aporta a la causa política nacional más allá de ser, para unos miles de votantes, una alternativa a los dos polos que a muchos no les gustan, PSOE y PP. Por lo demás, no le he visto diseñar grandes soluciones programáticas al Gran Debate Nacional (Estatutos, Estado autonómico, inmigración, crisis económica, Monarquía, reforma constitucional…). Pero es, en fin, una voz fresca, que sacude algo al anquilosado sistema. Confieso que voté una vez a UPyD, sumido como estaba en el marasmo de la confusión; así que espero que nadie me llame refractario a este partido. Simplemente, hoy por hoy no me convence y menos aún me entusiasma. Será cuestión de piel, o de muchos años siendo espectador, mirón, de la política de este país nuestro. O será que, como llevo tantos años en esto, ya me he convertido en un escéptico, que, en el fondo, es alguien que busca ilusionarse de nuevo.
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