Sin duda, va a ser la estrella del comité federal más importante que el PSOE haya celebrado en al menos una década. Me refiero, claro está, a Alfredo Pérez Rubalcaba. vicepresidente primero, ministro del Interior, sucesor de Zapatero en la cabecera del cartel socialista y posible –que no sé si probable– sucesor también en la secretaría general del partido, cuando toque. Es, junto con Manuel Chaves, cuya estrella claramente ya declina, el político español que lleva más tiempo en el machito: ha desempeñado casi todos los cargos imaginables, ha acumulado poder sin límites, se ha salvado por los pelos de muchos incendios. Algunos medios y, desde luego, la oposición –que va dejando de serlo para encaminarse hacia el poder–, le quieren «el malvado Rubalcaba». Yo creo que no lo es tanto, y que su influencia y su protagonismo terminarán dentro de doce meses. Después…
Lo siento, pero no acabo de creerme que el ‘malvado’ Rubalcaba haya estado tras conspiración alguna contra su aún jefe, José Luis Rodríguez Zapatero. ZP le nombró vicepresidente precisamente para que, a medio plazo, acabase sucediéndole, aunque luego las cosas se complicaron algo. Como tampoco, pienso, ha conspirado el ‘lehendakari’ Patxi López, quien, porque pensó que era lo mejor para salir del atolladero en el que unas primarias reñidas metían a su partido ‘de siempre’, sugirió la celebración de un congreso, que era una idea que venía barajándose desde hacía tiempo. Creo que Rubalcaa, que va de retirada a medio plazo, y López, que aún no ha terminado de ascender –qué buen secretario general del PSOE sería, qué buen líder del partido cuando toque y la fuerza de las cosas le haya apeado de Ajuria Enea–, son dos de los principales activos de un partido que necesita cambiar de caras, sí, pero también de ideas, de estrategia, de talante y de talento: el vicepresidente, en el andamiaje actual, y el lehendakari, en el del futuro, tendrían que ocupar sitiales preferentes entre quienes conduzcan al socialismo español hacia nuevos parajes.
Para mí, la etapa Rubalcaba va a ser de transición. Naturalmente que gestionará el alicaído PSOE con suficiente honradez y con el acierto que sea posible –su competición con Carme Chacón, con quien tantas cosas le unían otrora y ahora tantas le separan, era un auténtico dislate que hubiese bordeado el ridículo–. Naturalmente que sabe que va a perder en marzo –si es que no hay adelanto electoral, que yo no lo juraría– frente a Mariano Rajoy. Naturalmente que está preparado –intuyo– para retirarse tras la derrota, dejando el paso a alguien nuevo. Que podría ser Carme Chacón…u otro, entre ellos, por qué no, Patxi López: la ministra de Defensa arrancó demasiado pronto, y tiró la toalla demasiado tarde, pienso.
Así, me parece que las cosas están bastante claras ante la celebración de este comité federal, que es casi un precongreso. Lo único que cabe preguntarse es hasta qué punto los dirigentes socialistas, que tanto poder acumularon y tanto se equivocaron colectivamente, están dispuestos a afrontar la nueva era con los cambios profundísimos que se exigen. Ahí están los rescoldos de la Puerta del Sol, que no la retirada de los acampados, para señalar que nada será ya igual que antes, y ay de quien se aferre a las cosas viejas, es decir, a las cosas de hace quince días. Y conste que no me parece que Zapatero sea el único culpable del desastre que el PSOE ha ido gestionando: confío en que el cónclave de este sábado sea capaz de la autocrítica que, como colectivo, merece.
Deja una respuesta