Si le digo a usted la verdad, creo que aquí estamos equivocándonos todos. Cuando veo las manifestaciones domingueras, o el aprovechamiento casero de una ‘cumbre’ europea, cuando constato el olvido por parte de nuestros representantes del gran conflicto internacional que se está gestando, desde Gaza hasta Washington, me pregunto si no estamos cometiendo una irresponsabilidad casi de juzgado de guardia, y perdón por ‘judicializar’ este comentario. Un Gobierno en funciones, pendiente solo de sí mismo, una oposición también en funciones, pendiente solo de que no salga adelante el Ejecutivo que parece delinearse, unas fuerzas independentistas atentas solamente a su propia victoria e interés, son muy malos ingredientes para afrontar los enormes cambios que se nos echan encima, que ya tenemos encima. Es preciso un giro radical, sí, y en algún momento, confío, se dará; pero ¿cuánto tiempo seguirán perdiendo quienes tienen que propiciar el viraje?.
Lo primero de todo: pienso que se detecta una enorme carencia democrática en la falta de diálogo entre el Gobierno, por muy en funciones que esté, y la oposición, por muy en precario que se sienta. Que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoo, las dos personas que –con permiso de Puigdemont—mayor relieve tienen en la política española, lleven meses sin hablarse y aún, por unos piques bastante tontos, no hayan encontrado el momento de reunirse, habla por sí solo de las enormes anomalías de nuestra situación política.
Supongo que esta semana que comienza tendrán que hacer un hueco en sus artificialmente apretadas agendas, en las que hay tantas cosas tan prescindibles, para reunirse. Claro que, a continuación, tendríamos que saber para qué se reúnen. La situación exterior se adensa y la sangrienta ‘invasión’ de fanáticos terroristas palestinos en Israel no augura nada bueno, porque Tel Aviv tampoco es manco en sus respuestas. Y ello se produce en un momento de vacío en el Gobierno norteamericano, que a veces parece que, como el español, está en funciones, aunque no lo esté legalmente. Únase a ello el estrés interno de la UE, mostrado en la última ‘cumbre’ de Granada a la que fugazmente asistió Zelenski, y podremos tejer una perspectiva ciertamente preocupante, en la que los dos principales partidos nacionales tendrían que ir de la mano en el análisis, en el diagnóstico y en la búsqueda de soluciones y remedios que aportar a la crisis internacional.
Así, la democracia que a mí me gustaría tendría que haber invitado a Feijoo a la ‘cumbre’ de Granada, y tendría que reunir periódicamente a los dos principales mandatarios de las fuerzas nacionales en torno a graves preocupaciones, incluso protocolarias. E incluyo en este apartado la casi inminente ceremonia de la jura de la Constitución por parte de la princesa de Asturias en el Congreso, a la que no se ha invitado al rey Juan Carlos I, abuelo de la futura reina, para evitar un boicot ruidoso en la Cámara por parte de los republicanos que apoyan al Gobierno actual. Al fin y al cabo, en momentos tensos para la Corona, hace nueve años, coincidiendo con la abdicación de Juan Carlos I, el socialista Rubalcaba y el ‘popular’ Rajoy, entonces presidente, acordaron un modélico traspaso del poder en la Jefatura del Estado, algo que hoy, con el actual panorama de relaciones entre las fuerzas políticas y con la perspectiva de la negociación de la investidura con alguien como el fugado de Waterloo, sería impensable.
En juego están la posición de España en el mundo, que Sánchez cree que controla perfectamente, sin que, en parte, le falte razón; la territorialidad del país, que el presidente en funciones cree, y le falta toda la razón, que está remendando con éxito; el futuro de la forma del Estado, por el que ni uno ni otro de los protagonistas parece preocuparse demasiado, y mira que hay razones para una cierta inquietud; el estado de la Justicia, a la que entre ambos han puesto patas arriba; la calidad de la vida parlamentaria, con un severo corte entre Congreso y Senado; la buena marcha del estado de las autonomías, mayoritariamente controladas por el PP…Dígame usted si no hay temas en cartera como para justificar varias horas de encuentro entre ambos, más allá del ‘no a todo’ esgrimido por las dos partes, que no logran olvidarse, en la mera pugna por el poder, de la descalificación mutua y del ‘y tú más’, sin construir puente alguno entre las dos orillas
Es urgente, inevitable, imprescindible, esa reunión, sea en La Moncloa o en el Parlamento, que tanto da. Con transparencia y con una narración realista de lo que está sucediendo en España, sin triunfalismos carentes de la menor autocrítica ni pretendidos catastrofismos extremos. Y sin que los dos reunidos justifiquen los escasos resultados previsibles de su encuentro en que no quedaba más remedio que celebrarlo, porque el candidato a la nueva investidura tendría que reunirse con todos los líderes políticos. Y Feijoo es, hoy por hoy, el líder de la oposición (en funciones, ya digo), el hombre que ganó las elecciones, y Sánchez el presidente del Gobierno (ídem) y la persona que ganó las post elecciones, que ya se ve que es más importante que triunfar en las urnas a la hora de quedarse en La Moncloa.
Si esta reunión, esperada por tantos durante tanto tiempo, quedase en nada, o en algo peor que nada, en una prolongación de esa política testicular, absurda, de confrontación, es casi mejor que ni se produzca. Y que cada cual asuma sus responsabilidades, que están a punto de ser históricas en estos tiempos de tormentas perfectas.
fjauregui@periodismo2030.com
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