¿Se ‘inmola’ Zapatero?

Me lo ha contado quien se lo escuchó, en conversación privada, a Zapatero: el presidente piensa que «se inmola» haciendo lo que tiene que hacer,a un alto coste electoral. Seguro como estoy de que la frase es textual, escribí ayer para otr esto

¿SE ‘INMOLA’ ZAPATERO?
Me dicen que Zapatero habla a interlocutores diversos de que está dispuesto a «inmolarse», tomando cuantas medidas impopulares sean precisas con tal de salvar al país de una quiebra. Ignoro si en el concepto de ‘inmolación’ se incluye volver a presentarse a las elecciones para, de acuerdo con la tendencia imparable que muestran las encuestas, perderlas más o menos estrepitosamente; opino que, por diversas razones, ZP acabará optando por no concurrir a la reelección.

Lo cierto, en todo caso, es que a la presidencia de ZP le ha tocado -su gestión de la crisis ha distado de ser ejemplar, pero es obvio que él no es el padre ni el responsable de esa crisis_ conducir el barco a través de la peor tormenta internacional que se recuerda. Y no deja de tener su grandeza el espectáculo del capitán atado al palo mayor llevando el timón, puede que él sepa que inútilmente, en medio del espantoso oleaje.

Estamos, y gentes cercanas al inquilino de La Moncloa lo admiten, ante el fin de una concepción del estado de bienestar. Hay quienes lo ponen aún peor: estamos ante la caída del nuevo Imperio Romano. Y cierto es que no deja de haber algunas similitudes entre el ocaso de aquella situación que convertía en casi ociosos de vida muelle a quienes tenían la fortuna de estar entre las clases dirigentes, mientras el Imperio iba siendo invadido por gentes de otras culturas, gustos menos refinados y hábitos menos decadentes y más expeditivos.

Otra cosa es que esa caída empiece, como quieren algunos, por La Moncloa y su principal habitante. Porque la verdad es que todos los países de Occidente, comenzando por la Vieja Europa, que es el remedo de ese Imperio que se resquebraja, han tenido que dar severos tajos a su estado de bienestar. Y, en el fondo, las discusiones que se están dando en España sobre recortes en las pensiones, frenazo a la función y a la obra públicas, retraso en la edad de jubilación o mermas en la universalidad de la educación y la sanidad, son prácticamente las mismas que se producen en los famosos países de nuestro entorno, aunque nadie quiera darse por enterado.

Porque ocurre que España sigue siendo un país endogámico, que sigue con pasión unas elecciones primarias en Madrid, en las que votan catorce mil personas, e ignora el voto, el mismo día, de ciento treinta y cinco millones de ciudadanos en un país tan importante para nosotros como Brasil. Por ejemplo.

En ese sentido, la impopularidad que aqueja a Zapatero puede ser mayor, a escala nacional, que las de Obama, Merkel o Sarkozy, para no hablar de ejemplos atípicos como el de Berlusconi, pero, en todo caso, esa merma de imagen es un fenómeno compartido con todos ellos. Lo importante ahora no es tanto saber qué será de todos los mentados ante sus próximas confrontaciones electorales -menudo viene el año 2012-, sino si quienes vienen a sustituirlos son capaces de adecuar el sistema a los cambios enormes que, al parecer, tanto se necesitan.

Lamento decir que no estoy seguro de que, aquí, la clase política nacional sea capaz de remontar el vuelo y sobrepasar esas absurdas colinas que son, pongamos por ejemplo, la gran polémica hispana acerca de si Alfonso Guerra fue o no machista al hablar de «la señorita Trini» para referirse a la ministra Trinidad Jiménez. O si el desfile del día de la fiesta nacional debe a o no pasar por una zona u otra de Madrid. Siempre nos enzarzamos -los periodistas también_ en la hojarasca y, así, los grandes temas que se enquistan van empeorando de día en día. Quizá por todo ello, Zapatero habla de ‘inmolarse’. Inmolando, de paso, el estado de bienestar en el que tan ricamente estábamos sumergidos.

Una respuesta

  1. Inmolar tiene un campo semántico cercano a auto-sacrificio. No me gusta. Un gobernante tiene obligación de gobernar para tod@s, no solo para los suyos y, por seguir con tu símil marinero, si en bonanza se puede elegir rumbo y acelerar la singladura, en medio de una tormenta hay poco margen y las maniobras deben ceñirse a lo estrictamente necesario para evitar el naufragio, avanzar hacia el destino y salvar la tripulación… aunque para ello a veces toque deshacerse de parte de la carga.

    Ahora todos parecen soliviantados por el asunto de la edad de jubilación. No digo yo que no haya que estudiar casos específicos como el de los mineros -manido pero real-, pero lo cierto es que no es sostenible un sistema en el que la media de edad llega a los 80 años sin mejorar los ingresos para sufragar las pensiones. Y solo hay dos caminos, o cotizamos más años o cotizamos más por año.

    Tampoco es razonable el sistema de la S. Social tal como está concebido: se pierden demasiados recursos por agujeros que deberían estar tapados y no voy a citarlos por no se este el tema. Nuestro sistema de bienestar ya no es válido. Podemos seguir disfrutando de casi todas sus ventajas, pero no con la misma estructura que hasta ahora. O tempora, o mores.

    Vuelvo al inmolado: ya puestos, que haga lo que debe y abra las listas, cierre el grifo a los partidos políticos, remodele la función y administración pública modernizándola y haciéndola eficaz, corte el Concordato de raíz, recupere -o lo intente- para el estado central las competencias de educación, seguridad y sanidad y, de paso, que se sitúe de verdad en la historia.

    No, Fernando, mucho me temo que dice lo de inmolarse para poner la venda antes de la herida: los sociatas nos vamos a dar tal galleta electoral que es humanamente comprensible que a quien se le van a exigir todas las responsabilidades tenga una buena excusa. La verdad, empero, es más simple: no hay inmolación sin los cambios estructurales necesarios y sin haber tomado las decisiones cuando se vieron los nubarrones de la tormenta en lontananza.

    Lo que me preocupa, finalmente, es que no tengamos una alternativa fiable y adecuada en el horizonte. Asunción podría ser, ojalá, estoy de acuerdo con tu apreciación sobre él, pero lo más probable es que sea el Indolente del Habano el que acabe gobernando y nos enterrará aún más: mediocre y vago no parece una buena mezcla.

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