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(lo de Daniel Pérez Berlanga, lanzando su coche contra la sede del PP ‘armado’ con un par de bombonas de butano, para así protestar ‘contra los políticos’, es de película de Torrente. O del propio Berlanga. Lo del ‘pequeño Nicolás’, negándose a declarar ante el juez y dando una rueda de prensa a la salida de los juzgados, está entre Almodóvar y Valle Inclán. Lo de Rajoy taponando el cambio tiene que ver con un personaje de Buñuel. ¿Por qué nadie se ajusta aquí a los moldes normalizados de Trueba o Garci, por ejemplo? Tenemos en España muestras que no pasan necesariamente por Dalí, ni por el absurdo ni por lo histriónico)
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Este es un país casi de Torrente. Entre lo surrealista y lo pánico, pasando por el teatro del absurdo. Todo lo que se nos va quedando viejo. Es impresionante el proceso de renovación que se está forzando –porque no se renueva desde el Gobierno, sino desde abajo– en este país nuestro. Ahora, quien está en riesgo de quedarse viejo es el propio Rajoy, que no propicia lo nuevo. Y eso, a mi entender, es peligroso. Porque, al fin y al cabo, Rajoy, que es una figura respetable aunque no sea un estadista, representa el poder: el Gobierno, el BOE, el Ministerio del Interior, el de Defensa, las relaciones exteriores, la acuñación de moneda…. Todo eso está ahí, y es Mariano Rajoy quien lo representa, dicen que en nuestro nombre. No en el mío: yo quiero un proceso de cambios mucho más acelerado, quiero ilusión en la gobernanza, quiero otra forma de gobernarnos a los ciudadanos, que no somos súbditos, a ver si se enteran. Y a ver si se enteran también de que estamos ya, hemos estado durante todo 2014, en una dinámica diferente, que no puede ser tratada como si no ocurriese nada.
(y si puedo decir esto, temer que Rajoy se nos esté quedando viejo, es porque acumulo ya algunos trienios como para poder opinar qué es lo viejo. Atención, que pronto lanzo mi libro de memorias, Dos mío, ya mis memorias…)
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