Me ocurre cada vez que opino sobre esta cuestión: me machacan con llamadas más o menos humorísticas, diciendo que me estoy volviendo un discípulo de la escuela de Chicago. Yo no le veo tanta gracia: el fantasma de cinco millones de personas –ponga usted cuatro, o tres, si quiere– sin nada que hacer, pasando estrecheces de todo tipo, es algo que tenemos que erradicar. El descontento de nuestros jóvenes, sus ganas de huir, su total falta de fe en el sistema, hay que atajarlo.
Por eso pienso que hacen falta soluciones nuevas, quizá duras (pero nada más duro que estar mano sobre mano, sin esperanza). Y por eso ayer envié este comentario a mi columna sindicada de OTR:
Más vale minijob en mano…
Fernando Jáuregui
Hace unos días, defendía yo en un programa de radio la existencia y regulación de los mini-empleos (ahora los llamamos, quizá para vestir el santo, minijobs) en España. Inmediatamente, me llamó un amigo: «te estás haciendo de derechas; ¡pues no se te ocurre defender ahora el trabajo basura!», se indignó. Le expliqué que no soy ni un liberal feroz del ‘laissez faire’ ni un experto en economía miltonfriedmanita; soy apenas un pequeño empresario que muchas veces quisiera contratar, pero que no tiene la posibilidad de hacerlo con los actuales moldes legales. Al tiempo, caía en mis manos el resultado de una encuesta, según la cual casi un setenta por ciento de los jóvenes españoles menores de treinta años estaría encantado de tener, al menos, un empleo a tiempo parcial, que les permitiese acogerse a la Seguridad Social y disfrutar de unas mínimas ganancias y de un máximo aprendizaje.
Pienso que la reforma laboral que se delinea no puede ser timorata, ni atenerse a esquemas desfasados o a clichés que ya poco representan: lo urgente es mover el campo de los desempleados, evitar ese ejército desesperado de cinco millones de personas al borde del abismo personal y social. Nada atenta más a la dignidad de una persona que verse privada de la posibilidad de ganarse la vida con un trabajo digno y honrado, que discurra por los cauces legales y no esté sometido a la explotación y a los riesgos del empleo ‘negro’. Millones de jóvenes se acogen ya a los minijobs en Alemania, lo que frena las cifras oficiales del paro, abre la posibilidad de un primer o un segundo empleo para los recién salidos de las universidades o de las escuelas y supone un incremento para las arcas del Estado, dado que esos jóvenes se dan de alta, con tarifas lógicamente mínimas, como autónomos.
Naturalmente que esta idea tendría que tener una regulación estricta para evitar abusos -la contratación por cuatro o cinco horas, pero una jornada laboral real de más tiempo, por ejemplo–, unos límites temporales y de edad…Como ya ocurre en el caso de Alemania. Pero qué duda cabe de que hay que abrir nuevas expectativas. Hay que reconquistar los derechos laborales desde cauces inéditos. A mi amigo acabé replicándole que ya no sé si soy de derechas, de izquierdas o de centro, porque pienso que muchas cosas de las que estaban ideológicamente ‘establecidas’ han saltado por los aires a raíz de las grandes crisis económicas, políticas y de valores que nos han sacudido en los dos últimos años. De lo que estoy seguro es de que ni la derecha, ni la izquierda, ni el centro, creen que con los remiendos actuales, y con los que parece que se delinean, será posible ese objetivo básico de ir creando puestos de trabajo. Aunque sean, por ahora, mini-puestos de trabajo.
fjauregui@diariocritico.com
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