Entre el talante de mi ex compañero en Diario 16, hoy ministro de Cultura, y el de la casi ex directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás, me quedo con el primero. Creo que doña Rosa, intelectual libérrima, no podía ejercer un cargo administrativo, siempre impropio de gente como ella. No dan buen resultado ni personas así ni las que, como su antecesor, ex casi filoetarra devenido en admirador del aznarismo, ha vivido también de los libros. Regás ha sido un poco maleducada y un bastante sectaria; no pegaba con los nuevos tiempos, insultó a los trabajadores de la BN y se dejó robar los manuscritos. Tenía que dimitir por eso, no porque el ministro le dijese que no ha hecho nada en tres años al frente de la Biblioteca.
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