Dos mil diez es año redondo. Uno, el que suscribe, entre en él sabiendo que cumplirá también un número redondo de años, que a uno llevan ya unas cuantas ediciones pareciéndole demasiados. No se crea usted todo eso de la dorada madurez y demás zarandajas: la vejez, escribía Simone de Beauvoir, es una humillación. Y, encima, te va marcando por multitud de achaques.
Esto no una queja, solamente una constatación: es mejor ser joven, pero eso solamente lo aprendes meditando muchas nocheviejas, como la de anoche, sobre el implacable, y no tan lento desgraciadamente, paso del tiempo. También aprendes, claro está, que de poco sirven los propósitos de año nuevo, aunque ya me dirá usted si se nota en algo que yo me he hecho algunos.
Ocurre que miuchos hemos vivido, y vivimos,apasionadamente. Muy rápido. Muy variado. Con bastante riesgo, pero con algo de red para soportar nuestras caídas. Una vida, en suma, más divertida que tranquila, más intuitiva que reflexiva, más trepidante que armónica. Y eso,para bien y también para mal, se acaba notando.
Aunque usted no se lo crea, esta es otra de esas postales de felicitación: quiero decir que puede que el año que nos acaba de entrar sea algo peor que el que se nos fue, que ya sería decir. O puede que sea algo mejor, aunque los datos no sean del todo propicios. Lo que no tiene es remedio: ya hemos empezado a transitar este camino’2010, en el que sin duda nos van a ocurrir muchas cosas. A usted le deseo, de corazón, porque, sea usted o no crítico conmigo, le considero ya un amigo, que todas esas cosas sean buenas. Y que, si alguna –cálculo de probabilidades inevitable– no lo es, que sepa usted neutralizarla.
Un abrazo en este ‘año cero’.
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