Debo decir que me sorprendió la comparecencia del portavoz del Gobierno, el viernes tras el Consejo de Ministros. Estaba acompañado por la ministra de Agricultura, que siempre es una presencia refrescante. Horas antes, había yo preguntado a una fuente en La Moncloa si, junto a Iñigo Méndez de Vigo, comparecería el titular de Hacienda, Cristóbal Montoro, que acababa de recibir un sonoro varapalo del Tribunal Constitucional a cuenta de la amnistía fiscal. “¿Montoro? ¿Y qué pinta Montoro si no había temas relacionados con Hacienda en la agenda del Consejo?”, me respondieron.
Quien suscribe, la verdad, sí cree que el ‘tema Montoro’ se habló en el Consejo. Y en el café informal que se toman los ministros con el presidente al margen de la sesión, cuyos participantes mantienen el secreto exigido en su juramento del cargo. El ‘bofetón’ del TC no era solamente a Montoro, desde luego. Era a todo el Ejecutivo, que apenas se daba por enterado. Y no es que el portavoz gubernamental no desempeñe su cargo a satisfacción: lo hace bien, sobre todo porque responde a la planificación de ‘poco ruido’ de Rajoy. ¿Que el Constitucional lanza una durísima reprimenda a los modos de actuación del Gobierno? Silencio. ¿Puigdemont convocando, con los suyos, el referéndum por una ‘República catalana’ para el 1 de octubre? Ya veremos cómo se actúa: no precipitemos las cosas (como si las cosas no estuviesen ya bastante precipitadas). ¿El Santander compra el Popular? Una buena noticia, dice el ministro de Economía, obviando la cascada de demandas de accionistas arruinados que se avecina. ¿Gran Bretaña? No injerencia en asuntos externos.
La semana que concluye fue pródiga en acontecimientos, quién sabe si positivos o negativos: me hubiese gustado escuchar a Mariano Rajoy valorando la ofensiva de imagen en la que se han embarcado un Puigdemont en la huida hacia adelante y un Junqueras que a saber qué está calculando. Hubiese deseado saber cómo calibra el presidente del Gobierno de España lo ocurrido en las profundidades del sistema bancario. O cómo cree que va lo de la Unión Europea, tras el vendaval absurdo del Brexit. Y, claro, quisiera haberle escuchado una autocrítica a aquella decisión sobre la amnistía fiscal, tan polémica en su día y tan zarandeada por el máximo tribunal del país. Yo creo que todo esto, más la inminente moción de censura de Podemos, más el ridículo de la ‘minimoción’ contra la presidenta madrileña Cristina Cifuentes, más lo que está ocurriendo silenciosamente en Navarra –es cierto que la presidenta de la Comunidad está llevando una callada ‘secesión’ a su manera–, más tantas y tantas cosas, hubiese justificado una comparecencia de Rajoy este viernes ante los periodistas tras el Consejo de Ministros.
Pero no compareció ni siquiera Montoro, cuya reprobación ya ha sido solicitada por los socialistas, que salen ocasionalmente de la abulia en la que les ha sumido, ya veremos qué ocurre la semana próxima en su 39 congreso, su crisis interna. Nada; apenas el portavoz acompañado de la sonrisa, siempre gratificante, de la ministra de Agricultura, compareció en el atril de La Moncloa. Pero hay momentos en los que la rutinaria presencia del portavoz, como cada viernes, no basta. Los ciudadanos necesitan, y merecen, explicaciones oficiales y la democracia no puede abdicar de la comparecencia de los máximos representantes de esa ciudadanía ante los medios de comunicación, que son los intermediarios con la opinión pública.
No se puede elegir la ‘táctica silencio’ como la más conveniente cuando la gente quiere explicaciones: qué hacer en Cataluña una vez que la ‘operación diálogo’ parece haber fracasado; cómo piensa afrontar el presidente esa por otro lado absurda moción de censura de Podemos, que Pablo Iglesias perderá por goleada en cuanto a votos, pero será a costa de un enorme desgaste del Ejecutivo; qué posiciones mantiene España en cuanto a lo que pueda pasar con Trump, cada día más cerca del impeachment. O con las negociaciones sobre el Brexit tras la exigua victoria de la señora May…O cómo prepara el presidente su declaración testifical ante el juez a cuenta del ‘caso Gürtel’, allá por finales de julio. No sé, creo que no hace falta ser periodista para tener en mente decenas de preguntas posibles al hombre que a todos los españoles nos representa.
Lo que ocurre es que, ya que no desactiva la espoleta desde el favorable terreno de la sala de prensa de La Moncloa, Rajoy tendrá que enfrentarse a los micrófonos en territorios más hostiles. Todavía ni siquiera sabemos si subirá al atril del hemiciclo cuando, el martes, Pablo Iglesias descargue toda su fusilería contra el Gobierno. Pero, si lo hace, yo creo que Rajoy puede ganar a los puntos al líder de Podemos, que parece dispuesto a todo. Como derrotaría en debate al débil Puigdemont si no hubiese elegido el desdén ante la ofensiva de imagen del molt honorable: no quiere Rajoy dar la impresión de que se toma en serio las bravatas del inquilino del Palau de Sant Jaume, trata de ningunear a la coalición independentista.
Veremos si, a base de dar la espalda a los problemas, lo consigue, como, hay que reconocerlo, otras veces lo ha logrado. Apasionante espectáculo, desde luego, cuando ya se preparan los fastos para conmemorar el cuarenta aniversario del nacimiento real de nuestra democracia, aquel junio de 1977. Anda que no ha llovido: Rajoy andaba por entonces preparando las posiciones a registrador, que ganaría año y medio después; Pedro Sánchez tenía cinco años; Albert Rivera ni siquiera había nacido y Carles Puigdemont, con quince añitos, ya empezaba a enviar crónicas deportivas al periódico gerundense ‘Los Sitios’, que nació en enero de 1943 y en cuya primera cabecera cabía, junto al yugo y las flechas falangistas, el subtítulo ‘Diario de FET y de las JONS’. La de vueltas que da la vida, Señor…
fjauregui@educa2020.es
Deja una respuesta