Estas dos niñas, con su indudable desparpajo y simpatía, representan mejor el futuro que todos los urdangarines y marichalares que han jalonado algunas etapas recientes, y no hablemos ya de otras menos recientes. Que quien, como ahora me ocurre, estudie la Restauración, ha de quedarse espantado. Pero ahora lo importante es saber qué nos dirá el Rey en su discurso navideño, dentro de una semana, que de ninguna forma puede ser ‘uno más’; el país vive momentos en los que no cabe aparentar normalidad, ni tampoco, claro está, cargar las tintas: ha de encontrar el tono justo para que quienes lo están pasando mal encuentren, cuando menos, esperanza. Y para que quienes no han olvidado pasadas trapisondas lo dejen pasar con un ‘al menos, hay alguien aquí que dice cosas sensatas’.
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