Ignoro si el conocimiento universal de que Nadia Calviño, vicepresidenta del Gobierno del Reino de España, está frontalmente distanciada, por decir lo menos, de otro vicepresidente, Pablo Iglesias, actuará en contra de la posibilidad de que la responsable de Economía se alce con la presidencia del Eurogrupo. Lo averiguaremos en las próximas horas.
Pero tengo para mí que sería muy importante que doña Nadia ocupase el cargo por el bien del país y quizá incluso de las ayudas que la UE acordará –o, menos probablemente, no—para España quizá ya la próxima semana. En este marco, tampoco creo que fuese pedir un esfuerzo excesivo a Pablo Iglesias, que se ha convertido en el clavo en el zapato del Ejecutivo –y, sospecho, también de ese 95 por ciento de españoles que no podría dormir teniéndole en el Gobierno–, si le reclamásemos que secundase los llamamientos en favor de la señora Calviño. Tal vez eso contribuyese a convencer a los reticentes ‘austeros’ europeos de que el Gobierno español está, al menos en eso, unido. Y que actuará como un todo a la hora de gastar bien el dinero que nos llegue.
Claro que el señor Iglesias solo piensa, al parecer, en dos cosas: en sí mismo y en Pablo Iglesias. De manera que parece ser más proclive a mantener vendettas y enemistades –de las que su mundo está poblado—que a tender una mano para que la representante española, que se lo juega todo frente a su competidor irlandés, se alce con la influyente presidencia del Eurogrupo. Sería esta elección una baza para España y para los españoles, en unos momentos en los que nuestro país, por las revelaciones acerca de actuaciones pasadas del llamado emérito, por la sensación periodística que constituye el ‘caso Dilma’, porque ahí está el conflicto con los ‘indepes’ catalanes’ y porque, la verdad, nos hemos lucido en la gestión del combate contra el virus, tiene la imagen muy cercana a los suelos.
Pierde mucha (más) credibilidad el presidente del Ejecutivo asegurando que la coalición que sustenta al Gobierno está más fuerte que nunca cuando parece cada día más evidente que el Gobierno se escinde en dos bloques: el que critica las actuaciones ‘estelares’ de Pablo Iglesias cuando, en la rueda de prensa tras el consejo de ministros, alienta el insulto al periodista, y el que integran fundamentalmente el propio señor Iglesias y su pareja, una ministra cuya actuación al frente de su cartera es ampliamente desconocida.
Es de lamentar, en fin, que la falta de generosidad y de patriotismo del representante de Unidas Podemos pueda poner algún tipo de obstáculo a la ya difícil elección de Nadia Calviño. Definitivamente, el señor Iglesias se está convirtiendo en el principal problema de un Gobierno lleno, como todos los demás de la mayor parte del mundo, de problemas. Lo que ocurre es que los demás no tienen al secretario general de UP causándoles insomnios. O pesadillas. Ni a Torra. En fin, con eso y con todo, suerte, doña Nadia.
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