Claro que también nosotros tenemos nuestro ‘tea party’. Nuestra/o ‘partida/o del té’. Los que, por ejemplo, aseguraron que Angela Merkel venía a reñirnos y hasta advirtieron a la canciller, incluso con algún titular germano, que no se dejase engañar por Zapatero. Textual. Tenemos nuestros patriotas de cartón, para los que lo primero es derribar al Gobierno de turno (este o el que venga), armados de los argumentos más peregrinos. Y poco importa el interés nacional. O la consideración, cada día más olvidada, de que España sigue siendo un gran país, que muchos ya quisieran para sí. Y no, ni Zapatero ni ninguno de sus antecesores, alguno de los cuales está dando un ejemplo deplorable, por cierto, han podido –aunque así lo hubiesen querido, que no– destruir esta realidad: un gran país.
Y entonces llega la señora Merkel y elogia las reformas que se han hecho. Que a nosotros, a mí mismo, nos parecen tan cuestionables en algunos aspectos, por otro lado. Pero es el caso que Merkel y ‘Sarko’, que son los motores europeos y los que recomiendan a los demás tácticas y estrategias que son buenas, sobre todo, para ellos, vienen y elogian lo que aquí se está haciendo. Santo y bueno si los mercados-que-todo-lo-pueden toman nota. Pero los del té no descansan, desconociendo que una cosa es la crítica a lo que hace (mal) un Gobierno y otra es derribar, porque sí, las columnas del templo. Y algunos, desde gatos, gateras, gacetillas o gazapos, habrían de tomar nota: algunos de los personajes más siniestros, que tiran contra el monarca o contra el presidente del Gobierno o del partido de la oposición (demasiado blando, dicen) se refugian en esas covachas, azuzando rencores, rememorando guerras (in)civiles, refugiándose en curas trabucaires y en ideólogos farsantes, que antes estaban en el lado de los delincuentes en la otra punta de sus actuales ideologías.
No, los de la ‘partida del té’ nada tienen que ver con la actual dirección del Partido Popular. Son, más bien, sus principales enemigos, y me dicen que el propio Rajoy así lo reconoce en sus charlas de estrategia. Claro, hay que cuidar que en España no nazca una formación de extrema derecha, alentada por los calores de la crisis y, por tanto, hay que tomar nota de lo que dicen los exaltados, estos exaltados. Pero el cambio inevitable y supongo que deseable ha de ser templado, pactado, reformista y no rupturista, dialogante y no vociferante. Algunos deberían tomar mucha tila, en lugar de tanto té.
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