Un 24 de agosto lleno de malos presagios

Este miércoles 24 de agosto es uno de esos días en los que el panorama está lleno de aprensiones, de negros vaticinios, que, por supuesto, pueden cumplirse o, esperemos, no. Pero desde los Estados Unidos, desde Kiev, desde algunas cancillerías europeas, se alerta de que tal vez en una fecha como la de hoy, en la que se cumplen seis meses de la invasión rusa de Ucrania y treinta y un años desde que este país firmó abandonar la Unión Soviética, Putin podría aprovechar para llevar a cabo una de sus salvajadas contra objetivos civiles ucranianos. Porque, aseguran observadores en Moscú, está feliz por ‘estar ganando la guerra a Europa’ y porque quiere remarcar que está aplastando la resistencia de Zelenski. ¿Qué ocurrirá?

De momento, Ucrania ha suspendido todas las celebraciones conmemorativas de su independencia y ha alertado a la población. Los gobiernos europeos, consta, están igualmente alerta y los servicios de inteligencia tratan de anticiparse a cualquier catástrofe, porque de Putin puede esperarse todo, más ahora que tiene el pretexto del atentado contra la hija del ‘pensador’ Alexander Duguin, un crimen que la prensa oficial -o sea, casi toda_ rusa achaca a los servicios ucranianos, que rechazan la acusación, atribuyendo más bien el asesinato al propio Kremlin, en busca de razones para proseguir, o aumentar, sus matanzas de civiles -ya van, según estimaciones incompletas, cerca de ocho mil- en Ucrania.

Los seis meses transcurridos desde la invasión han alterado las pautas de comportamiento en toda Europa, enfrentada a una crisis energética sin precedentes y a la amenaza de una hambruna en el norte de Africa, mientras contempla cómo China y la propia Rusia se reparten la influencia en este último continente y también en América Latina. El mundo ha cambiado profundamente, y no precisamente a mejor, en este medio año. Incluso las políticas nacionales se ven afectadas por esta guerra absurda; y, si no, basta con ver el muy polémico revuelo causado por el decreto gubernamental sobre ahorro energético, que este jueves se debate, y probablemente será aprobado con los votos del PP en contra, en el Congreso.

Qué duda cabe, dicen todas las fuentes desde Rusia, de que Putin, al que le importa poco haber perdido cerca de nueve mil soldados -estimaciones aproximadas de nuevo_ en esta contienda, se siente ya vencedor. No solo frente a Ucrania, sino frente a una Europa que no ha sabido o podido hacerle frente de una manera decisiva ni en el campo militar, ni en el diplomático, ni en el económico. En los países de la UE ya surgen voces sugiriendo una negociación con Moscú antes de que sea demasiado tarde, unas voces que señalan a Zelenski como víctima de un ‘empecinamiento’ que ha llevado a demasiadas muertes y a seis millones de ucranianos refugiados fuera de su patria; un precio que ya es demasiado caro, dice esa aún tímida oposición al presidente ucraniano.

En España, la brutal invasión a Ucrania ha perdido ya, ciento ochenta días de combates después, el carácter de noticia de primera página. Las muertes, la destrucción, el sufrimiento de un pueblo, son una novedad menos urgente que la crisis energética o alimentaria derivada de las acciones del Kremlin. Puede que, cuando usted lea este comentario, haya sucedido ya algo irreparable o, ya digo, confiemos que no. Pero hay que insistir en que, seis meses después, el hombre empeñado en destruir Europa sigue en ello, y nosotros seguimos, con las restricciones que usted quiera, comprando su gas y soportando sus desmanes armamentísticos, cibernéticos y humanitarios. ¿No hay motivos para estar preocupados, por mucho que nos empeñemos en seguir mirando para otro lado?

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