El sábado, en la fiesta en la residencia del embajador que celebraba en Madrid, multitudinariamente como siempre, el día nacional de Francia, sorprendía ver en el lugar de honor, junto al embajador y a los diplomáticos galos, también al director del Centro Nacional de Inteligencia, general Félix Sanz Roldán, cantando, con los demás, La Marsellesa. Los periodistas que por allí pululábamos –no muchos, la verdad—nos acercamos después al jefe de los servicios secretos, estelarmente aparecido en la balconada de la magnífica mansión que ahora ocupa el diplomático Yves Saint-Geours. ¿Qué hacía allí, con una presencia tan destacada, el siempre inquieto, inteligente, activo, mucho más discreto de lo que algunos piensan, director de ‘La Casa’? La pregunta era pertinente cuando la figura de Sanz Roldán está, de refilón, en todos los medios de comunicación que hablan y no cesan de las posibles repercusiones que el ‘caso Corinna’ pueda tener sobre la figura del Rey emérito Juan Carlos I.
Claro que Sanz Roldán, y no quiero reproducir lo que fue una conversación privada, aunque se desarrollase ante los ojos avizor de cientos de personas, no hizo grandes revelaciones, más allá, claro, de ratificar su enemistoso y hostil desdén por la aventurera que amenaza, con sus aliados –o chantajistas—policías corruptos nada menos que el equilibrio del Estado y que, por supuesto, ha colocado en trance de shock a una Zarzuela que sospecho que algo de todo esto se barruntaba desde hacía tiempo. Los periódicos de este domingo, digitales o no, hablaban y no paraban sobre la falsa princesa y sus presuntas declaraciones grabadas, documentación que obra, completa, en poder de la Fiscalía Anticorrupción, que algo tendrá que decir en algún momento ante el enorme escándalo que se está montando y que afecta de lleno nada menos que al anterior jefe del Estado.
Ni un desmentido a las revelaciones que iniciaron dos periódicos digitales y han seguido casi todos los medios. Si el Gobierno cree, le comenté a un representante gubernamental del ‘segundo escalón’ presente en la balconada, que tratando de minimizar las presuntas andanzas del Rey emérito porque, como dijo la portavoz Celáa, son cosas del pasado que “afortunadamente” no afectan al Monarca actual (una defensa del uno que era todo un ataque al otro), está por completo equivocado.
Mucho me temo que no podrá el Ejecutivo de Sánchez hacer la vista gorda ante la petición de Podemos –un partido netamente republicano que es el gran beneficiado por este escándalo, sin duda— para crear una comisión parlamentaria que investigue una trama en la que están, además de los nombres de Juan Carlos y Corinna, los de gentes tan poco recomendables, al parecer, como ciertos comisarios, algún ex empresario y uno o dos magnates del escándalo soterrado. Y quizá, dicen, hasta albergue alguna pugna periodística, aunque advierto que, personalmente, agradezco siempre las revelaciones que son ciertas, beneficien o no –que no—a los intereses del Estado y las publique quien las publique.
Porque es imprescindible, creo, “la transparencia ante todo”, que es una máxima que quizá debería hacer reflexionar a Pedro Sánchez cuando ahora ha decidido guardar en el cajón la lista de los beneficiados por aquella amnistía fiscal de Montoro, una lista que ¿recuerdan? prometió divulgar y en la que dicen que se incluye el nombre de alguien que encabezó la Institución por antonomasia. A ver qué nos dice el presidente cuando, a finales de este mes, convoque –parece–, al fin, una rueda de prensa en La Moncloa de comienzo de vacaciones. Va a ser una comparecencia llena de temas sabrosos para quienes interrogamos y algo embarazosos para quien ha de responder.
Sí puedo decir que Sanz Roldán manifiesta a quien le quiere oír, que es mucha gente, que está “deseando” ir a testificar ante la comisión de secretos oficiales, o a donde le llamen, para revelar algunas de las cosas que puede contar. Y, de paso, lanzar algunos desmentidos sobre presuntas desviaciones y comisiones que habría recibido el ex jefe del Estado, y resulta que quizá no, aunque, ya digo, inexplicablemente nadie haya salido al quite hasta ahora. Pero, claro, todo eso habrá de investigarse, más allá de las maldades que sueltan la aventurera y el entorno del comisario residente en Estremera tras los barrotes.
Sí, el CNI sabe mucho de todo esto, porque Sanz Roldán se empeñó en una lucha tenaz contra la indeseable amante del Rey y contra el nefasto comisario, y se vengan difundiendo versiones que tendrían, ante una comisión parlamentaria y ante la Fiscalía, que probar. Y ahora el CNI está bajo el mando directo de una mujer implacable con cualquier clase de corrupción, la magistrada Margarita Robles, que ya mostró su temple, cayese quien cayese, como secretaria de Estado de Interior y ahora habrá de mostrarlo de nuevo en la cartera de Defensa.
A este respecto, son ya muchos los que recuerdan, entre susurros, que otra mujer, Soraya Sáenz de Santamaría, era quien controlaba los servicios secretos en el Gobierno de Mariano Rajoy. No faltará, si la galopada incansable del escándalo subterráneo sigue, contra la voluntad del ‘establishment’, disparándose ‘in crescendo’, quien, en los últimos días de la absurda campaña interna para ocupar la presidencia del PP, pregunte a SSdeS más sobre el caso que lleva el magistrado Diego de Egea que sobre ese vídeo anónimo que ha enlodado, más aún, la campaña frente a Pablo Casado para hacerse con el PP.
Porque, claro, no han faltado seguidores del vicesecretario y diputado por Avila que anden por ahí enumerando, en cenáculos y mentideros, las responsabilidades que la ex vicepresidenta tuvo en el Gobierno de ese Rajoy que este viernes se despedirá definitivamente de la vida pública. Tras haber logrado disimular, en lo posible, los flecos de los escándalos que ahí siguen, como el dinosaurio de Monterroso, amenazando con devorarlo todo, todo. A este paso, hasta el congreso del PP. Hasta al Gobierno de Pedro Sánchez, como se descuide.
Deja una respuesta