Un Gobierno que no lleva ni medio año y ya ven…

Cumple este sábado el Gobierno de coalición sus primeros cinco meses de vida; una vida que, me parece a mí, no va a ser demasiado larga, al menos con este elenco ministerial al completo. Han sido acaso los cinco meses más difíciles en la pequeña historia de nuestra democracia en cuarenta años. Y lo peor es que no sabemos hacia dónde vamos a tirar, mientras se multiplican acusaciones, hipótesis y especulaciones de muy variado jaez. Es lo que tiene andar acusándose de golpistas los unos a los otros: que siembran la confusión y generan la sensación, tan inconveniente, de que aquí no va a quedar piedra sobre piedra.

Leo estupefacto algunos comentarios que, palabra de honor, han sido publicados en lugares solventes: que si hay una conjura de Felipe González, en alianza con el llamado rey emérito, para acabar con el pacto del PSOE con Unidas Podemos; que si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias animan un plan para acabar con la monarquía y establecer “una República social en una España federal, con Cataluña y el País Vasco como asociados”. Textual. Claro que el propio Sánchez (y no digamos ya su vicepresidente) tampoco se queda a la zaga, acusando al líder del Partido Popular de querer “derrocarle”. Como si eso pudiese hacerse al margen de las urnas.

Ni creo ni quiero creer en teorías conspiranoicas sin fundamento, aunque algunos medios ya digo que solventes las acojan. Ni creo ni quiero creer que Sánchez se pliegue a los juegos de tronos de su socio podemita, que vive de estas ensoñaciones mientras a nosotros, y a Sánchez, nos quita el sueño. Ni creo ni quiero creer que este Gobierno, que en cinco meses ha hecho muchas tonterías, cierto, pero que ahí está, aguantando mejor o, más probablemente, peor, el tipo ante la que nos ha caído con la pandemia, estén pensando en echar a Felipe VI, que no es el heredero de su padre, aunque una parte del Consejo de Ministros quizá le viese con agrado partir, como si fuese su bisabuelo Alfonso XIII, hacia el exilio. Eso no ocurrirá porque el PSOE, que es un partido de Estado, no puede permitirlo, por muchas presiones que reciba de su ‘socio’, de Esquerra o de Bildu. Claro que tampoco pasaría gran cosa si el líder socialista se pronunciase alguna vez con contundencia al respecto.

Y no, no nos equivoquemos: pienso que, cuando el ministro de Justicia habló de ‘crisis constituyente’ andaba tan perdido en su respuesta como la diputada de Esquerra que le interrogó en su pregunta. Que una cosa, señoe ministro, es reformar algunos aspectos obsoletos de la Constitución y otra, muy distinta, abrir un período constituyente, que es algo que bien sé que usted no quiso decir. Lo que ocurre s que no faltan, a derecha e izquierda, los ‘glosadores de la nada’ dispuestos a levantar castillos en el aire de un tropezón verbal.

Todo esto, andar acusándose de golpistas, de terroristas o de marquesas (si es que esto fuese una acusación, en lugar de una sandez), además de verter conceptos equívocos, no hace sino horadar los cimientos de nuestra convivencia democrática. Pienso que Sánchez tendría que poner sosiego y coherencia en ese ‘camarote de los hermanos Marx’ (Felipe González dixit) que es el Gobierno que él, tapándose la nariz, formó el pasado 13 de enero. Y creo que, en el Partido Popular, Pablo Casado también tendría que poner sordina a algunas voces altisonantes, a ciertos conceptos, que no pueden caer en el guerracivilismo de Vox.

Tanto este partido, Vox, como, en el extremo opuesto, Podemos están dando un mal resultado a la hora de la calma y del necesario consenso; demasiada sal gorda, excesiva demagogia, mucho rencor, en sus mensajes. Lo que ocurre es que el primero no está en el Gobierno, ni cerca de él, y el segundo sí. Y eso es lo que tendrá que considerar Pedro Sánchez, antes de que una furia justiciera de los ‘morados’ se lance a, por ejemplo, yo qué sé, vetar ‘Lo que el viento se llevó’ en los cines o a proclamar que hay que derribar las estatuas del racista Colón del centro de Madrid o de Barcelona. Porque aquí locuras, despropósitos, machadas y bravatas ya no cabe ni una más.

Han pasado cinco meses desde aquel 13 de enero que iniciaba el camino de este ‘annus horribilis’. No deberíamos llegar así al medio año, aunque me temo que sí. Pero el turrón debería tomárselo cada uno en su casa y Dios en la de todos. Y cuando, el 13 de enero de 2021, se cumpla un año de la formación de este Gobierno, los pesos y contrapesos políticos habrían de ser muy diferentes a los hoy en vigor. Sánchez, no nos falles…más.

fjauregui@educa2020.es

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