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(lazo amarillo: ¿símbolo de pasión, clamor de justicia o de agresión?)
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Admito que tal vez ya estaba ahí, y yo no me había enterado. Pero hoy alguien me alerta de que un lazo amarillo figura entre los emoticones en WahtsApp, mientras que entre las opciones para enviar a amigos, deudos y parientes no existen lazos de otros colores. Me pareció un hecho curioso, sin más: ni condeno, ni rechazo. Pero me sorprendo. Yo sé que los lazos amarillos significan cosas diferentes en diversas partes del mundo, y que hasta el Papa Francisco lo utilizó durante un viaje a Corea del Sur, donde evoca el recuerdo de una tragedia. Pero aquí y ahora, el lazo amarillo significa lo que significa y en ocasiones ha sido –yo mismo fui testigo este fin de semana—motivo de disputas y de agresiones verbales.
Nada tengo en contra del lazo amarillo, más allá de que soy contrario a cualquier signo externo que divida: sigo pensando que la propuesta de Iceta a favor de una coalición que no se proclame independentista, aunque sí progresista, sería una solución ‘temporal’ para Cataluña. Es decir, el acuerdo es lo que procede si se quiere arreglar el monumental lío que allí han montado entre unos, otros y los de más allá. Lo que pasa es que no sé cómo diablos van a llegar a acuerdos quienes, unos con lazos, otros desde luego sin ellos, ya ni se saludan por los pasillos del Parlament, como denuncio recientemente Inés Arrimadas Hasta la cortesía se ha perdido.
Conste que muchas veces me he declarado contrario a tanta prisión –sobre todo provisional— contra los líderes del ‘procés’ independentista: otra cosa será cuando toque juzgarlos de veras por sus desafíos a la legalidad. Hoy, creo que los presos preventivos son más problema que solución. Pero jamás se me ocurriría portar insignia o lazo alguno para gritar una idea que puede ofender a quien se cruce conmigo por las calles. No sé, por lo demás, si alguien se molestará a la vista del símbolo amarillo en WhatsApp, que es ese gran hermano que se nos cuela por todas las rendijas. Yo ni me ofendo ni me escandalizo: es una constatación más de un problema que existe y, como tal, lo recoge una realidad tan global, tan invasiva, como ese ‘guasap’ que está, literalmente, presente hasta en la sopa en los almuerzos y cenas con hijos y amigos.
Lo que ocurre es que todo esto me sigue teniendo perplejo: ¿hasta cuándo abusarán, entre todos, de nuestra paciencia? Y solamente apunto: ¿por qué entre los emoticones de WhatsApp no se encuentran lazos rojos, rosas, morados, azules, que significan un posicionamiento en otras muchas cuestiones bastante más globales que este penar que algunos nos imponen en la por otro lado, ay, maravillosa Cataluña?
fjauregui@educa2020.es
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