Sigo estos días algunas campañas en otros país europeos, y ninguna me parece más rara, pero rara-rara, que la española. Que, lejos de debatir sobre los problemas –muchos—que aquejan a la UE y hablar de las posibles soluciones a los mismos, se dedica a traer al estrellato nacional a Meloni, a Milei o a tratar de sacar rédito, vía toneladas de rumores sin fundamentar, a la presencia de un ex presidente del Gobierno –no, tampoco él se presenta a las elecciones europeas—en un programa televisivo que, la verdad, a mí me parece que tiene poca gracia, pero muchos seguidores.
De acuerdo: el, ejem, peculiar presidente argentino irrumpió donde irrumpió porque le invitó el partido que le invitó y dijo lo que dijo sobre Begoña Gómez –sin citarla, ya sé—porque un ministro bocazas dijo del muy, ejem, expansivo Milei lo que dijo. Y la señora Meloni irrumpe en escena porque a Feijoo le fuerzan a hacer unas declaraciones sobre si pactaría o no con la ‘ultra’ primera ministra italiana y se ve, como siempre que entramos en la recta final de una campaña, en un lío del que sale malamente. Claro que la culpa remota la tuvo Ursula von der Leyen, que anda en busca de alianzas para seguir en el cargo, y vino a decir que Meloni le cae más simpática que, por ejemplo, Marina Le Pen o que esos ‘ultras’’ alemanes gordos, que se fotografían con la mano hitleriana en alza. O sea, que la insoportable levedad del ser de esta campaña europea, donde de lo que menos se habla es de (re)construir Europa, no se limita solamente a la insustancialidad de la política española.
Y en esas va Felipe González e irrumpe, sin que sepa muy bien para qué, en el programa televisivo más odiado por La Moncloa, y desliza de manera inequívoca su desagrado por Pedro Sánchez y su decidida hostilidad hacia Zapatero, que cada día se parece más a un lugarteniente de Sánchez, dicho sea de paso. Entonces, en las filas sanchistas –dicho sea con perdón y sin segundas intenciones: no encuentro otra palabra para definirlas—se monta el guirigay. Y, aunque procuran que no salga así, directamente reflejado en los medios de comunicación, te susurran que ‘el pobre Felipe’ está viejo y, chocheando –que por cierto es etapa en la que el ex presidente está muy lejos de caer–, se ha echado en manos de la derechona y todo eso. Es la quiebra definitiva del socialismo, tal y como lo hemos conocido, escenificada por Pablo Motos, que no se presenta, él tampoco, lo mismo que Milei, Meloni o Felipe, a las elecciones de dentro de dos semanas, pero que ya se ve que también forma parte del decorado de cartón-piedra de la campaña.
Para mí que todas estas, y otras bastantes, son maniobras de distracción, incluyendo lo de la ‘comisión Koldo’ del Senado, que va a llamar a declarar a Sánchez, dándole así el PP al inquilino de La Moncloa otra oportunidad de lucirse y salir en los titulares (no aprenden), y otras muchas cosas. Porque quién se acuerda, a estas alturas, de Koldo, o de Delsi, o de aquel mediador salvadoreño que iba a hacer las paces entre el Gobierno central y el Govern catalán, hoy colectivamente en fuga. Nos perecemos por lo anecdótico; que si el juez del ‘caso Begoña’ reprocha al fiscal que se exceda en su celo investigador, que si…Como si el juez Peinado, el que se ocupa del caso de la mujer del presidente, o el magistrado García Castellón, recuerdan, aquel que consideraba presuntos terroristas a los del Tsunami (insisto: hoy en la diáspora), no estuviesen destinados a figurar en los cuadernos de la historia inscritos con lápiz, que es lo contrario de lo indeleble. El titular escandaloso de mañana ocultará, inevitablemente, al escandaloso de hoy, propiciando así el olvido.
Y, así, ahí transcurre la campaña, llena de sobresaltos coyunturales, como la inminente aprobación de una ley de amnistía que ya ni tenemos claro a quién acabará amnistiando, ni qué se ha hecho del principal amnistiable, que por ahí anda, perdido por el extranjero en sus ensoñaciones fútiles de presidir de nuevo algún día la Generalitat, que va a ser que no. Y Sánchez, muerto de la risa anunciando generosas financiaciones desde y para Cataluña, o empecinado en ser el portaestandarte de la creación de un Estado palestino que no es precisamente una idea suya; ni tampoco es postulado de programa electoral alguno en estos comicios europeos de junio, pero qué más da, si provoca titulares.
Pues en estas estamos, mientras la guerra y el sufrimiento en Ucrania siguen, la inmigración ilegal se acrecienta, mientras los populismos –o sea, los ‘ultras’—avanzan en su pretensión de copar cuantos más escaños en el euro parlamento, mejor. No sé, a veces me da por pensar que hay manos subterráneas tratando de que todo se plantee lo peor posible para que, lampedusianamente, todo siga igual. Al menos, en esta Europa amenazada por los cuatro costados, y más que lo va a estar a partir de noviembre si en Occidente gana las elecciones quien jamás debería ganarlas. Pero todo esto ¿a quién le importa, pudiendo gozar, como gozamos cada día, de efímeras aunque cruentas batallas políticas por el poder, que si Milei, Meloni, la ‘comisión Koldo’, el ‘caso Begoña’, las hormigas del hormiguero y qué se yo cuántas pistas del circo más?
fjauregui@periodismo2030.com
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