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(tengo gran respeto, como ellos saben, por Toxo, Ménez y los sindicatos en general. Pero creo que han de repensarse y repensar muy mucho sus estrategias)
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Transcribo la columna sindicada que acabo de enviar a OTR, para lo que sirva:
Si atendemos a los comentarios, a lo que se dice en las tertulias periodísticas y a lo que afirman algunos políticos, este 1 de mayo ha sido el ultimo en la Historia de los primeros de mayo. Al menos, como tal. Parece que solamente gusta esta efeméride a los sindicalistas, que mantienen una tradición obrerista que acaso no se compadezca bien con los tiempos que corren, en los que un auténtico huracán está revolucionando casi todo lo establecido.
Personalmente, siempre he pensado, desde el mayor respeto a los sindicatos y a lo que representan, que esta jornada, lejos de ser festiva, debería ser especialmente laborable; resulta absurdo, en tiempos de exigencia de una mayor productividad, que esta celebración sea el pretexto para un largo ‘puente’ en el que, según los empresarios, se pueden haber perdido más de mil millones de euros. Admito la posible ,o probable, exageración patronal, pero lo cierto es que parece difícil de justificar que, en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, donde la fiesta autonómica se celebra este 2 de mayo, la semana ‘de trabajo’ comience…en jueves.
Los nuevos tiempos y la principal tragedia humana que vivimos, especialmente en España, impondrían un giro copernicano a la mentalidad con la que se celebra la Fiesta del Trabajo, que debería llamarse el Día del Desempleado. Parece que todos, con los sindicatos a la cabeza, pero con todos nosotros, los que sí estamos ocupados, secundándolos, miramos hacia otro lado: no nos gusta ver el ejército desesperado de quienes no tienen trabajo ni demasiadas esperanzas de conseguirlo a corto plazo y, por tanto, ven disminuir alarmantemente sus recursos. Y eso que el mordisco amenazante del desempleo ha llegado ya a las familias de muchos de nosotros, a nuestros amigos, a tantos compañeros de trabajo.
Celebrar –es un decir—el Día del Desempleado significaría que, al menos durante esa jornada, el terrible problema del paro ocupa la parte central de nuestros pensamientos y, así, tal vez podríamos llegar a esbozar algunas soluciones. Claro está que ni yo ni, parece, casi nadie tiene las recetas que nos permitirían salir de esta situación de postración, y estaría yo loco si pretendiera dar lecciones acerca de cómo escapar de una crisis que puede desembocar en consecuencias muy serias para todos, empezando por los afortunados que aún conservamos un empleo.
Sin embargo, no me resisto a hacer algunas consideraciones concretas, porque pienso que no bastan los diagnósticos sombríos para empezar a avanzar y que, entre todos, desde el seno de esa a veces parece que inexistente sociedad civil, tenemos que sacudir unos cimientos que se nos pudren.
-Es preciso un gran pacto por el empleo suscrito por todas las fuerzas políticas. Y unos nuevos pactos de La Moncloa entre patronal, sindicatos y esas mismas fuerzas políticas.
-Ese pacto debe servir para mejorar, con una mentalidad diferente, una reforma laboral que va a llevarnos de cabeza a superar los seis millones de parados antes de fin de año. La reforma actual, que no es mucho más esperanzadora que la precedente elaborada por los socialistas, admite modificaciones y, sobre todo, una legislación complementaria
-De la misma manera, ese pacto debería llevar a las fuerzas políticas, que al fin y al cabo son los representantes que hemos elegido y a los que pagamos para que nos procuren soluciones, a un debate en el Parlamento acerca de las dos vías que se propugnan como remedio a nuestros males: austeridad a ultranza ( “una teoría económica destructiva”, según el Nobel Paul Krugman). O introducir elementos de reactivación, tesis que va abriéndose paso en media Europa –aunque guste poco a nuestro ‘admirador’ Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas alemán– y que en España ni siquiera ha comenzado a debatirse en ámbitos gubernamentales, mientras que la oposición la emplea como simple arma arrojadiza.
-¿Quién dijo que ahora no sería preciso un debate sobre el estado de la nación? Ahora, por todo lo antedicho, parece más necesario que nunca. Pero no un debate de armas verbales arrojadizas, sino uno del que salgan resoluciones de calado y de obligatorio cumplimiento. Básicamente referidas a la creación de empleo.
-Por ejemplo, el pacto podría centrarse, entre otros puntos, no en abaratar los despidos –lo que no trae, a mi juicio, sino más paro– , sino, ya digo, en generar trabajo. ¿Cómo? Pues ahí va un ejemplo: reduciendo las cuotas que los autónomos han de pagar por serlo. Ello haría que al menos decenas de miles de jóvenes actualmente desempleados pudieran acogerse a este régimen laboral en busca de ocupaciones, aunque fuesen temporales, o aunque se tratase, inicialmente, de esos ‘mini jobs’ aún tan denostados por la ciencia de lo-políticamente-correcto: un ‘mini job’ es mucho mejor, en todo caso, que un ‘no job’
Puede que la próxima Ley de Emprendedores contemple esta posibilidad de abaratamiento sensible del régimen de autónomos, pero lo cierto es que el proyecto gubernamental, que se redacta en el mayor misterio, se retrasa sin que nadie parezca querer acelerarlo, mientras vemos que los recortes-sorpresa avanzan, en cambio, rápida e imparablemente, enfriando más una economía que se encuentra ya al borde de un ataque de neumonía.
Permítame concluir con un ejemplo personal: soy un modestísimo mini-empresario en el maltratado sector de la comunicación (podría dar conferencias acerca de lo que estamos pasando; de hecho, puede que elabore mi propio manifiesto de autónomo-trabajador-empresario de cara a esa manifestación nacional que los periodistas preparamos para este jueves y que no sé si servirá de mucho). Hace unos días, llamé a un colega, proponiéndole una colaboración en mi periódico. “¿Eres autónomo?”, le pregunté. “No, estoy en el paro”, me dijo. “Pues date de alta como autónomo y así puedo contratarte”. “Imposible”, me dijo, “con lo que tú me pagarías por la colaboración y teniendo que pagar doscientos cincuenta euros al mes de cotización como autónomo, me sale mucho más rentable seguir cobrando el desempleo”. La conversación concluyó de la manera más desalentadora: “¿no puedes pagarme en negro?”, me preguntó él.
No cometeré la villanía de condenar a mi colega. Es más: le comprendo perfectamente. Pero me parece que esta conversación, que puedo prometer que transcribo casi literalmente, es una perfecta radiografía de muchas cosas que están pasando. Me parece que los gobiernos, las oposiciones, las patronales, las organizaciones sindicales, usted, yo, los que tenemos un empleo y los que no lo tienen, todos nosotros, tenemos que cambiar urgentemente nuestras mentalidades. O el río de las nuevas realidades acabará llevándonos por delante. Y eso ocurrirá tanto si nos manifestamos como si nos hemos quedado en casa este martes, ese mítico 1 de mayo que, forzosamente, ha de transformarse en otra cosa ya el año próximo.
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