Prefiero trasladar la polémica de la Línea Crítica de diariocritico.com a este blog personal, para no implicar al periódico en algo que puede convertirse en agrio y en fuente de malentendidos; por ello, quisiera que mis opiniones se tomasen, que para eso tengo este blog, a título meramente individual.
En primer lugar, creo que un país como el que queremos hacer, yo al menos, debe ser, ante todo, tolerante. Con la vida privada de los demás. E intolerante con la difamación y los golpes bajos. Decir de tal o cual político que esconde sus orientaciones sexuales, sea o no cierto, y en este caso a mí no me consta que lo sea, me parece uno de esos golpes bajos. Y más si se disfraza la nota, anónima puesto que no se puede localizar al agresor, con una falsa e hipócrita comprensión hacia las presuntas debilidades de la víctima de la especie que se difunde.
Claro que no es la primera maniobra de este tipo contra el político de que se trata; incluso en algún buscador internacional logró algún pirata colar una alusión de pésimo gusto que, cómo no, los correspondientes servicios de prensa de ese partido ni detectaron a tiempo ni contrarrestaron como debían. Allá ellos y su líder, que no, no es el mío, entre otras cosas porque los periodistas que hemos visto demasiado tiempo y demasiado de cerca el comportamiento de la clase política, en general, carecemos de líderes. Por eso nos quieren tan poco: como dice Zapatero (y decía Bush, por cierto), somos unos escépticos y, por tanto, nada merecemos, porque no somos entusiastas.
Lo que ocurre es que el escepticismo tiene unos límites. La defensa de las ideas de los demás, aunque no las compartamos, y del derecho de los demás a comportarse como quieran en lo que se conoce como vida privada me parecen dos bastiones de los que no podemos apearnos. Y por mucho que en el periódico que dirijo tratemos de defender al máximo y sin cortapisas la libertad de expresión y la comunicación con nuestros lectores, no nos queda otro remedio que tratar de atajar abusos sin firma contra esos dos principios o contra las reglas inexcusables que deben impedirnos el insulto, la difamación o la difusión de mensajes publicitarios subrepticios. Me parece que esas normas deben presidir todo foro de esta vía única de comunicación que es Internet. Y que esas mínimas reglas deontológicas (y estéticas) acabarán imponiéndose.
Creo que no podemos hacer dejación de esos principios. Si alguien tiene una denuncia que hacer, cosa que es una de las misiones del periodismo (que no solamente del periodista; la interactividad ha sido un enorme paso adelante), que lo haga con nombre, apellidos y correo, de manera que todos estemos en igualdad de condiciones. Lo otro, cargar a la dirección de un periódico con la responsabilidad de la piedra tirada y la mano escondida, es, simplemente, cobarde. Qué le vamos a hacer. No retiro este calificativo que, en un momento de furia, escribí en la Línea Crítica del periódico, donde tantos debates apasionados nacen, crecen y mueren cada día. Nos hemos impuesto no censurar ningún mensaje, por mucho que algunos nos parezcan injustos, otros improcedentes y alguno incluso más propio de otro tipo de chats amistosos que de un foro que se quiere político. Hemos respetado, y pensamos seguir haciéndolo, las opiniones más plurales, tantas veces dirigidas contra la línea de diariocrítico o contra lo que decían nuestros colaboradores o yo mismo. Entendemos que eso fomenta el pluralismo, y que tanto derecho tiene a expresarse el periodista como quien recibe el mensaje del periodista: eso es Internet. Pero de ninguna manera podemos dejar abierta la puerta a quien quiere desprestigiar a otros por la vía falsa.
Por lo demás, insisto en que a nosotros nada de lo que ha dicho de un dirigente político, porque afirma que se comenta mucho en la calle (manda narices), un comunicante en la Línea Crítica (y sí, hemos suprimido ese mensaje), nos consta. Y, aunque nos constase, nos daría igual. Y, aunque no nos diese igual (lo que ya sería preocupante), no lo publicaríamos.
Por cierto, un aviso para paranoias: desde nuestro periódico ni se controla, ni se hackea, ni se espía la identidad de nuestros comunicantes. Que, por cierto, han de saber que, aparte de que va contra nuestros principios, tampoco es cosa que pueda hacerse, me dicen (yo soy bastante lego en la materia), fácilmente. También para acusar sobre esto hacen falta pruebas.
En fin, que este ejercicio del periodismo libre de ida y vuelta, en el que al ciudadano se le tiene forzosamente (y para bien) que otorgar el mismo papel, al menos, que al periodista, es difícil, mucho, en algunos casos y con algunas personas.
Gracias por aguantar este latazo. Un saludo a todos.
Fernando.
Deja una respuesta