Y aquí, ¿qué pinta Franco?


Anda el nuevo ministro de Cultura, Educación y Deportes, José Ignacio Wert, tras una especie de revolución pendiente, pretendiendo transformar muchas estructuras educativo-culturales (y menos las deportivas) que parecen algo anquilosadas, y así nos va con cada informe Pisa. No comparto el afán de cada nuevo Gobierno que llega al poder de imponer un nuevo plan educativo, de remover a los responsables de las distintas áreas culturales –lo hayan o no hecho bien—y, en general, de dejar su impronta en el sector. Pero es cierto que España registra índices escandalosos de fracaso escolar, lo que, unido al fracaso laboral, hace que nuestros jóvenes estén entre los más desesperados de Europa, y así lo dice algún sondeo que he podido conocer. No es menos cierto que, a veces, un excesivo intervencionismo político ha desencadenado desconciertos gratuitos, retrocesos perfectamente evitables, pero me parece que algo hay que hacer, y Wert, confío que con acierto, parece dispuesto a ello.

A veces da la impresión de que, educativa y culturalmente (no así deportivamente, digan lo que digan los guiñoles franceses), España anda ahora algo perdida: ¿dónde los pedagogos, dónde los filósofos, dónde los grandes intelectuales, dónde las generaciones poéticas o pictóricas de no tan antaño? Andamos instalados en una cierta ramplonería que poco tiene que ver con un pasado de oro. Y, así, la feria de arte más importante de España, la que atrae más visitantes, nacionales y extranjeros, cada año a la capital del país, Arco, se ha hecho célebre este año porque exhibe una estatua-maniquí de Franco metido en una especie de nevera anunciando un refresco. No es ni siquiera el arte de la provocación, aquel ‘epater le bourgeois’ que revolucionó conceptos desechables y abrió mentes a lo nuevo. Nada de eso: lo que desde Arco se nos propone es una mezcla del museo de cera, Disneylandia y el túnel de la risa; yo, ya se lo digo a quien corresponda, este año, por mucho mérito que tengan otros stands, no voy. Entre otras cosas, porque de lo único que se habla ante esta feria es de la presencia, indeseable y que sin duda habría sido indeseada, de una figura que ya debería haber quedado olvidada en el baúl de los recuerdos tristes.

Y espero que el ministro Wert, que con tanto empuje ha llegado para dar una sacudida a la pereza general que parece invadirnos, tampoco vaya. Que sí, que irá, qué remedio le queda.

2 respuestas

  1. Siento discrepar de su percepción de que el ministro de cultura actual va a dar un empuje, para bien, al sistema educativo español. Mal empezamos con la derogación de la asignatura sobre la ciudadanía que, si uno la lee en profundidad, nada tiene de ideológica, como pretende explicarnos el señor ministro, mas bien lo contrario, el ministro ha usado su ideología para tumbar una asignatura que inculcaba valores cívicos a los estudiantes, que tan faltos están de ellos.
    Por otro lado, los ajustes económicos que esta proclamando, a bombo y platillo, sobre educación, van ha ser la panacea adecuada para cargarse a la enseñanza publica, algo que la derecha española y la iglesia católica estaban esperando desde hace mucho tiempo: en cambio la enseñanza concertada y la privada ven sus presupuestos aumentados (véase los casos de Madrid y otras comunidades gobernadas por el Partido Popular.
    Además, este ministro esta denigrando, día tras día, a los profesores de enseñanza publica con manifestaciones (todos las conocemos, pues son publicadas por los medios de comunicación) que rayan con la criminalizacion de estos profesionales que dedican su vida a enseñar a nuestros hijos.
    Hay también, en este ministro, muestras de despotismo que rayan lo absurdo: la ley de internet es un claro ejemplo. En vez de sentarse con las partes implicadas y llegar a acuerdos que pudieran beneficiar a la industria tecnológica, emprendedores autónomos, usuarios….; el se lía solito y saca una ley que en vez de arreglar las cosas las empeora irremediablemente, tal es así, que vulnera la libertad de todo bicho viviente, y además impide que los emprendedores tecnológicos hagan sus trabajos por miedo a terminar en la cárcel o al pago de una multa millonaria, porque aquí no solo se juega a cerrar páginas que se dediquen a las famosas descargas, también se juega a cerrar aquellas páginas que por algún motivo desagraden o molesten a los políticos u a otras personas influyentes defendidas por esos mismos políticos, ósea, un desmadre en contra de la libertad de las personas.
    Esa es mi opinión sobre este ministro de cultura. Ojalá me equivoque. Un saludo afectuoso.

  2. A Pikertomes:
    Conozco a Wert desde hace más de cuarenta años, cuando él no estaba tan, tan calvo. Yo siempre estuve en un lado, él en el otro; no nos engañábamos, pero yo no era militante de nada –bueno, sí en la Universidad, no luego– y él sí lo fue y lo es. Así que a él le ha ido bien, y a mí, pues no tanto. Pero era el tío más inteligtente de mi clase de Derecho y de mi clase de Periodismo, las cosas como son. Era un poco sobradín, eso sí, y así lo haré constar en mis memorias, que estoy empeando a redactar, porque a mí ya me queda poco presente y menos futuro, sniff, así que echaré mano del pasado.
    Si Wert, a lo que íbamos, consigue no sobrarse demasiado, si logra escuchar a los demás y no solamente a sí mismo, hará, ya lo verá usted, un gran papel. Pero, claro (y este es el problema de este Gobierno), tendrá, ya digo, que escuchar a los demás, a los ciudadanos cabreados y mosqueados, a la plebe a la que él minusvalora, creo (ojalá me equivoque)

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