Entramos en mayo y, por tanto, en el frenesí de la recta final ante unas elecciones, las del próximo día 28, que ni siquiera han llegado aún al inicio oficial de la campaña electoral. Pero no importa: ya todo huele obviamente a urnas, las encuestas vuelan como pájaros a veces de mal agüero, los debates ante las televisiones provocan ya las consabidas controversias. Todo es ruido, y ese estrépito nos situará ante los resultados con los que amanecerá el 29-m. Un día ante el que me atrevería a hacer, con su permiso, algunas predicciones. La primera: que todos dirán que han ganado (esa profecía no tiene mucho mérito: siempre lo hacen en la propia noche electoral). La segunda; que nada va a cambiar tanto como se dice. La tercera…
Bien, vamos por partes. Unas elecciones autonómicas, en las que no se prevén cambios de poder dramáticos en la mayor parte de las autonomías, conllevan que todos aseguren haber ganado, porque el cómputo, Comunidad por Comunidad, municipio a municipio, da para muchas interpretaciones interesadas. Y los grandes vuelcos previsibles, por ejemplo en Valencia, Baleares, Aragón o Canarias, se presentan hoy por hoy inciertos. Por otro lado, unas elecciones municipales, en las que los relevos estelares afectarían apenas a Sevilla (aunque las encuestas no prevén un ‘sorpasso’ claro del PP al actual titular socialista) o Barcelona (menudo lío hay ahí; eso reclamaría un análisis muy específico, pero las previsiones apuntan a un extraño pacto para hacer alcalde al socialista Collboni), tampoco significan ‘ese’ giro político total en el péndulo del poder. Un giro que algunos vaticinaban como el resultado imparable de unas cuasi ‘primarias’ de las elecciones generales de, previsiblemente, diciembre, que desalojasen de La Moncloa a Sánchez para dar paso a Núñez Feijóo.
La tercera previsión es más sugestiva y está aún más abierta: el 29-m inaugura la era de las Grandes Alianzas. Y de las grandes rupturas, naturalmente. La campaña autonómica va a dejar claro el pacto de hierro entre el ‘proyecto Sumar’ y el pequeño grupo de Errejón, Más País, que, en su versión madrileña, encabezada por Mónica García, es, sin embargo, muy influyente. Y, consiguientemente, sospecho, se consumará la escisión de Sumar con Unidas Podemos, con Pablo Iglesias hostigando a Yolanda Díaz ‘desde fuera’ y las ‘ministras a palos’ Ione Belarra e Irene Montero haciéndolo ‘desde dentro’.
Cuánto influirá esta batalla, en la que se verán involucrados PNV, Esquerra Republicana de Catalunya y Bildu, en los resultados que pueda obtener Pedro Sánchez, sin duda en alianza con Yolanda Díaz, resulta ahora muy difícil de medir, y ningún sondeo lo ha hecho cabalmente. Lo que sí es seguro es que Sánchez aún no ha agotado el contenido de la caja de las sorpresas: le quedarán así seis meses para sacar conejos, presidencias europeas y crisis ministeriales de la prolífica chistera.
Más fácil es calcular lo que podría resultar de una ruptura pública de cualquier alianza futura entre el PP y Vox: seguramente, dicen prácticamente todos los estudios demoscópicos, Alberto Núñez Feijóo no llegaría a La Moncloa. Por eso mismo, y aunque las diferencias y las antipatías mutuas sean bastantes, esa ruptura sin marcha atrás se me antoja improbable; más bien pienso que ambos partidos acabarán anunciando algún tipo de compromiso de no agresión que les deje las manos libres para actuar en función de los resultados de los comicios de diciembre. Pero, como ven, todo, todo, comienza este 29-m hacia el que nos encaminamos con paso no sé si firme, pero sí irreversible.
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