Está siendo muy comentado, que diría el maestro Anson, que nuestro Gobierno nos gusta cuando calla, porque está como ausente. Y sin el ‘como’: ausente. ¿Dónde Caldera, cuándo San Segundo, cómo Moratinos –bueno, Moratinos ha tenido la humorada de ir a echarle una bronca al iraní por haberse metido con…Israel–, qué Narbona? Aquí parece que solamente estan Bono para las bravatas, María Teresa para trabajar, Jordi Sevilla para que lo ignoren en las reuniones monclovitas, Toño para estar silente –aunque dicen que eficaz– y Espinosa, la pobre, para reunirse durante 18 horas con los pescadores, a los que ha dado lo que han querido, con lo que ahora se abre la espita de los agricultores, mineros, taxistas…
No, de lo de la titular de Vivienda no voy a hablar. De Montilla, que es como el fantasma del castillo que en todas partes está sin que se perciban sus pasos de gato, tampoco: él sabrá qué está haciendo, pero es el hombre de los líos. Solbes, bien: sin alharacas, saca los Presupuestos con holgura. López Aguilar anda encabronado, con razón, con los de las togas. Seguro que olvido dos o tres, pero quizá sea porque no merezcan ser recordados (hay hasta dieciséis, incluyendo Fomento –Magdalena: menudo carácter tiene la nena–, Sanidad y algún otro –ah, pero ¿hay ministro/a de Cultura?). En fin…
Y, sobrevolándolo todo, Zapatero. Que se apoya en otras patas del banco que no son los ministros. Empiezo a sospechar que los ha querido así, de perfil bajo, para que no anden haciendo ruido, que bastante tiene con el coronel Bono. Creo que se va haciendo muy, pero que muy, necesaria una crisis. Y si ZP no quiere o no sabe hacerla, que se lo encargue a la vice, que está demostrando ser la más eficaz. ¿O no es verdad?
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