Ya expresé mi opinión sobre la manifestación de este sábado en Madrid, una más (y una menos). A veces, nuestras autoridades nos toman por tontos, o bromean con el número de asistentes, como si estuviesen vendiendo cabezas de ganado. Pero, en fin, así son las cosas y así es esta clase política nuestra. A mí me tocó comentar la manifa en Telemadrid, de nuevo. Esta vez, frente a dos comentaristas (la otra vez, el día 13, fue sólo frente a uno, una mejor dicho). Creí que podríamos llegar a algún acuerdo, al menos, como que ojalá volviese el espíritu de Ermua, o que pudiésemos atraernos al PNV a un proceso de paz. Pero no hay nada que hacer frente a los más duros, que ni siquiera admiten las palabras "proceso" y, menos aún, "paz", que parece que se ha convertido(Diosss) en un término proscrito. Así que, claro, ya de tratar con los peneuvistas mejor ni hablamos…
Es preocupante el abismo entre las dos españas, que se ahonda. Y ay de usted (y de mí) si se atreve a intentar colocarse en uno de los pilares del hipotético puente que separa las dos orillas. Los que transitamos por el medio, o lo pretendemos con mejor o peor fortuna, no somos queridos por ninguna de las dos partes, ni nadie cree que efectivamente la moderación sea un artículo en alza. Yo, a través de la retransmisión que ví, la de Telemadrid, no fuí consciente de los gritos contra el Gobierno, que los organizadoes decían no querer, pero en los que cayeron en sus discursos finales (me extrañó en MIkel Buesa, la verdad; no en Alcaraz, desde luego). Mentiría si no dijese que me pareció más unitario el espíritu del 13 de enero que el del 4 de febrero.
En fin, no está el patio para grandes desfiles unitarios, y no estoy seguro de que este tipo de manifestaciones –perfectamente legítimas en una democracia, ojo– sirvan para fomentar la unidad de acción contra el terror. Yo sigo en lo mismo: a este paso, votaré en blanco. LO que me temo que también servirá para encantar a ETA, tan crecida con nuestras divisiones, las disensiones entre los que decimos querer acabar con la pesadilla de cuatro décadas, la pesadilla del terror.
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