El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha dado un severo varapalo al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, declarando ‘nula de pleno derecho’ la prohibición dictada por ese Ministerio tratando de impedir una manifestación de guardias civiles en reivindicación de derechos laborales. Se restablece así una situación de anomalía, en la que a los guardias civiles, por el mero hecho de serlo, se les impedía el ejercicio de un derecho contemplado en la Constitución como vigente para todos los españoles. ¿Por qué no iban a manifestarse los guardias civiles, compartamos o no sus peticiones, como cualquier otro ciudadano?
Hace años se decía que la Guardia Civil, la organización de ciegos, el toro de Osborne y pocas cosas más constituían las escasas señas de identidad nacionales que cohesionaban el país. Lo del toro ya no; más bien, el animal patrio por excelencia sirve para dividir a los españoles. Y la Guardia Civil, tan polémica en los años de la posguerra y durante el franquismo, ha ido ganándose la adhesión y hasta el entusiasmo de una mayoría de los ciudadanos: conviene, pues, potenciarla. Para lo cual convendría introducir algunos cambios y mejoras en su funcionamiento. Carece de sentido, en mi opinión, ese peculiar aislamiento en el que pretende mantenerse a los componentes de la Benemérita: son españoles como los demás, aunque el cumplimiento de sus deberes se extrema y sus derechos se ven limitados, en atención, se dice, al carácter militar…de un Cuerpo que precisamente se llama ‘civil’.
Pienso, pues, que es fundamental mantener y fortalecer a la Guardia Civil como institución que defiende a los ciudadanos. Y, para ello, romper esa separación respecto de la sociedad. Si quieren manifestarse, que se manifiesten. Eso sí, manteniendo una actitud de respeto hacia el poder político, porque resulta poco edificante la imagen de quien tiene que mantener el orden y la convivencia comportándose de manera vociferante y poco educada: los agentes, sea cual sea su representación ‘sindical’ –o parasindical–, han de mantenerse como ejemplos ante los ciudadanos. Y creo que quienes están hoy encargados de dirigir a las Fuerzas de Orden Público, comenzando por Rubalcaba y siguiendo por el director general de la Policía y la Guardia Civil, Francisco Velázquez, son hombres en principio dialogantes, dignos de respeto y de confianza. Aunque esta vez, prohibiendo a los guardias civiles manifestarse, en aras de una falsa firmeza, se hayan equivocado en toda la línea.
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