Y usted ¿es progresista o conservador?

(así veían los magníficos ‘cartoonists’ de la época el ‘turno pacífico’ entre Cánovas y Sagasta)

Los medios de comunicación, muchos medios de comunicación, nos hemos lanzado a diseccionar todos y cada uno de los nombres que íbamos conociendo sobre los nuevos vocales del Poder Judicial. ¿Es el nuevo gobierno de los jueces, pactado por Pedro Sánchez, Pablo Casado y Pablo Iglesias –no por el Parlamento, ojo—más progresista, más conservador?¿Carga a la izquierda más que a la derecha? ¿Su nuevo presidente, tildado de más bien conservador que de lo otro, está ahí para dejar paso a alguien más progresista al frente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que juzgará en breve a los golpistas del secesionismo catalán? Ah, de nuevo el aroma inmarcesible de las dos Españas, helándonos, ahora con toga y con puñetas, el corazón… Mójese: y usted, si alguna vez ha respondido a una encuesta, aunque sea del CIS de Tezanos, o si hubiese de hacerlo algún día, ¿se definiría progresista, conservador, se quedaría petrificado sin saber qué responder, en la casilla del ‘no sabe, no contesta’?

La cosa viene de lejos. Cánovas, Sagasta, que iban turnando toda la Administración cuando el uno ganaba, desplazando hasta a los bedeles colocados –enchufados—por el otro, ya pusieron de moda la dicotomía: había que copar los puestos del Estado para garantizar una dirección del barco hacia puertos conservadores, o viceversa. No me diga usted que no es lo mismo que estamos leyendo y oyendo estos días con respecto a los jueces, a los ‘próximos’ –o no tan próximos, quizá—responsables de la tele pública o, ya que estamos, hasta sobre los responsables de Paradores del Estado u otras empresas públicas.

A uno, que en su día presumió de lo uno y ahora hasta le acusan algunos de estar en lo otro, pero que anda ya como algo zombi en estos pantanos, le entra el vértigo. ¿Es más progresista el Felipe González ‘socio’ –o lo que sea—de Slim y que ahora hasta está en los ‘papeles de Villarejo’, que el Pedro Sánchez de antes?¿Que el de ahora, aliado con Pablo Iglesias, que dice que no le cuelguen carteles con ‘ismos’?¿Más de derechas Pablo Casado que Rajoy, que Aznar, que Albert Rivera?¿Es el general Julio Rodríguez más ‘progre’ que la díscola Rita Maestre (ya verán, ya, la que se va a organizar en las elecciones en Madrid a cuenta de esto)? ¿Son Torra, Puigdemont, Artur Mas, el ‘recaudador’ Pujol, progresistas o conservadores?¿Iñigo Urkullu, Alberto Núñez Feijoo?¿Susana Díaz progresista, Teresa Rodríguez más progresista?¿Soraya Sáenz de Santamaría más roja, bueno, usted me entiende, que Cospedal?

En último extremo, ¿quién decide qué etiquetas aplicar a tal juez, a tal periodista, a tal militar, a cuál obispo? ¿Es Twitter progresista a conservador? ¿Hay un tribunal superior del progresismo, del conservadurismo y quién diablos puede permitirse el lujo de tirar la primera piedra?

España siempre tiende a la bipolaridad. En todo. Antonio o Manuel machado. Frascuelo o El Guerra. Rojos o azules. Lo que pasa es que ahora han aparecido otros partidos que entran en el reparto, aunque el líder de Ciudadanos haya tenido el buen gusto de no aceptar el pasteleo con los jueces y me parece que tampoco aceptará el previsible en torno a los medios de comunicación públicos, lo de la tele digo. He leído algún comentario de colega inteligente, que me ha hecho gracia, opinando que estos ‘pactos del capó’, en torno a jueces, a los audios del comisario infame, a otras cosas que imagino, han traído algo bueno al menos: han metido de lleno a Podemos en esa ‘casta’ a la que ellos, con verbo flamígero, antes denostaban. La casta del pacto subterráneo, desterrando a los taquígrafos y apagando la luz. Yo, personalmente, prefería los tiempos indignados del 15-m, la verdad.

Algo está ocurriendo, me parece que bastante lamentable, en el cuerpo social de este país que se ha ido acostumbrando a los estallidos de corrupción, a las escuchas clandestinas ilegales. Lo malo –lo más malo– es que, leyendo los editoriales condenatorios aparecidos en las últimas horas a cuenta del ‘cambalache sobre los jueces’, la ciudadanía, que ya desdeñaba a la (mal) llamada ‘clase política’, ahora pase a extender su desconfianza a la Justicia. ¿Separación de poderes?¿Qué separación de poderes me dice usted? ¿Progresistas, conservadores? Bueno, a Cánovas y Sagasta, que pusieron en marcha el endiablado sistema de reparto de chollos, hasta les han puesto un busto en los pasillos del Parlamento, al fin y al cabo. País.

fjauregui@educa2020.es

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